Paz
Juana Plácida Adela Rafaela Zamudio Ribero es una poetisa, novelista, pedagoga
y defensora de los derechos de la mujer nacida el 11 de octubre de 1854 en Cochabamba,
Bolivia, hija de un propietario minero comienza sus estudios en el Beaterio de
San Alberto, único lugar en donde las hijas de las familias acaudaladas podían
acceder a la educación, transcurriendo
su infancia en el seno de una familia bien posicionada, lo que no la aísla de la realidad, rodeada de indígenas, mineros y gamonales conoce su entorno natural,
observación y silencio marcan su melancolía y sensibilidad durante esos años de
contemplación y crecimiento. Desde pequeña se distingue por su curiosidad e
inteligencia pues comienza a escribir sus primeros versos en la adolescencia,
su estilo, de tono romántico la lleva a la publicación en folletines y periódicos locales bajo el seudónimo
de Soledad; es hasta 1877 cuando se publican ya en El Heraldo de Cochabamba,
esos primeros versos, en un principio románticos van cambiando hacia un estilo
más doliente y real.
Ya
con más de veinte años su familia sufre una crisis económica de la que no se
recuperan, esto no impide que ella se transforme en la primera mujer en alzar
la voz en defensa de la condición femenina, comenzando con romper el ideal
femenino designado para las mujeres en el siglo XIX formado por tres elementos:
“el amor, el matrimonio y la maternidad” a los que se niega y en su lugar se mantiene
al cuidado de su madre enferma, realizando estudios, escribiendo y aportando apoyo
a su familia.[1]
Pero vayamos a los datos que nos harán entender el significativo aporte de la escritora, Bolivia a mediados del siglo XIX era un país rural, cuya lengua principal era el quechua y cuyos gobiernos eran representantes de una minoría con un apoyo militar indiscutible, hasta que a finales del siglo se instala un gobierno republicano que da inicio a la modernidad del país, tiempo en el cual la escritora termina su preparación oficial, pero no contenta con eso aprovecho el tiempo estudiando de forma autodidacta a grandes autores representativos de la filosofía y de la literatura universal, de ahí su reconocimiento, ya que, a pesar de encontrarse en un contexto complicado para la mujer supo abrirse paso. Reconociendo el talento de su hija, Adolfo Zamudio publicó en Buenos Aires el primer libro de los poemas de la escritora llamado Ensayos poéticos en donde por primera utiliza su nombre y su trabajo literario se hace visible en toda Latinoamérica.
Dedicada a la docencia, la asistencia
social, la literatura y al cuidado de su padre, después de perder a su madre y
a sus hermanos, se convierte en una líder, iniciadora en su país de una larga
lucha que las mujeres hemos vivido a lo largo de los siglos, sobresale su
trabajo en el magisterio, donde proyectaba renovaciones para la actuación
pública de la mujer, también se une al liberalismo político de su país involucrándose
a finales del siglo XIX.
Desde su posición como directora de la
Escuela de San Alberto expresó sus inquietudes pedagógicas en artículos y conferencias
criticando la realidad educativa y social, buscando salir del convencionalismo
y las tradiciones obsoletas que frenaban el desarrollo de la mujer, planteando la
apertura a una educación popular y laica, llegando incluso a criticar el poder
que la iglesia conservaba, cuando comienza a expresar estas ideas
revolucionarias para su época y para la sociedad boliviana fue retirada de su
puesto de directora y obligada a jubilarse en 1925.
El rico aporte literario que la escritora
nos deja va desde una novela llamada Intimas publicada en 1913 y del
mismo año el cuento Paisajes, libros de poesía que sacaron ámpula a la
clase social más conservadora, con sus poemas Quo Vadis y Nacer hombre
el primero le valió un testimonio de desagravio enviado al Papa León XII y
el segundo poema se volvió un himno para la naciente mujer que buscaba una
liberación de sus acciones.
El
tono melancólico, ya lejos del romanticismo, con clara influencia del
modernismo que en América fue la corriente literaria principal a principios del
siglo XX marcan su trabajo y le dan un contexto transgresor y único. Hasta el
final de su vida hizo aportes significativos, como el apoyo que mostró para la
Ley de Divorcio en 1926.
En un ritual por demás excepcional, en Cochabamba su ciudad natal y en la plaza principal, un 14 de septiembre de 1926 el gobierno convoca a un acto en el cual la poetisa es coronada a los 71 años, frente a una multitud como reconocimiento a los valores humanos y literarios que difundió toda su vida, dos años más tarde, Adela Zamudio muere un 2 de junio de 1928. Mediante un decreto presidencial a partir de 1980 se establece el 11 de octubre como el día de la mujer boliviana, fecha en que se conmemora su nacimiento. Aquí uno de sus poemas:
Nacer hombre
Cuánto trabajo ella pasa
por corregir la torpeza
de su esposo, y en la casa,
(Permitidme que me asombre).
tan inepto como fatuo,
sigue él siendo la cabeza,
¡porque es hombre!
Si algunos versos escribe,
de alguno esos versos son,
que ella sólo los suscribe.
(Permitidme que me asombre).
Si ese alguno no es poeta,
Por qué tal suposición
¡Porque es hombre!
Una mujer superior
En elecciones no vota,
Y vota el pillo peor.
(Permitidme que me asombre).
Con tal que aprenda a firmar
Puede votar un idiota,
¡Porque es hombre!
Él se abate y bebe o juega.
en un revés de la suerte:
Ella sufre, lucha y ruega.
(Permitidme que me asombre).
Que a ella se llame el “ser débil”
y a él se le llame el “ser fuerte”.
¡Porque es hombre!
Ella debe perdonar
siéndole su esposo infiel;
pero él se puede vengar.
(Permitidme que me asombre).
En un caso semejante
hasta puede matar él,
¡Porque es hombre!
Oh, mortal privilegiado,
que de perfecto y cabal
¡Gozas seguro renombre!
En todo caso, para esto,
te ha bastado
nacer hombre.[1]
[1] Dora Cajías de Villa Gómez,
Adela Zamudio, transgresora de su tiempo, Ministerio de desarrollo humano,
La Paz, Bolivia, 1997, p. 17-60.
[2] Poesía
de Adela Zamudio, Editorial Comunicarte, p. 5.