Escritora
y traductora brasileña nacida en Río de Janeiro un 2 de junio de 1952, estudió
filosofía, y más tarde letras en la Universidad Católica de Río de Janeiro, después
un master en traducción que realizó en Francia. Su amplia educación se anuncia en
sus versos, en cada duda inquietante en torno a la vida, es parte de la generación
del mimeógrafo, en la cual algunos jóvenes artistas, por el año 1968 en Brasil
se organizaron a través de ciertas estrategias ajenas a la forma en que operaba
la industria cultural, por ejemplo, usaron para sus publicaciones el mimeógrafo,
un aparato que permita hacer copias por volumen, de ahí el nombre que se le da
a la generación.
Forma parte de esa escritura que no estaba
regulada o sometida a los requerimientos de la dictadura también recibe el
nombre de generación de ‘poetas marginales’ y formaban parte de lo
contracultural, alejados de nichos intelectuales se mostraban rebeldes por
medio de una voz transgresora. El contexto de esta generación no es nada fácil,
la represión que se ejerce en el continente hace huir a muchos intelectuales
hacia Europa, todavía están vivas las vanguardias, pero en Ana Cristina Cesar el
existencialismo se muestra en algunos de sus poemas.
Fue una mujer adelantada a su época, sus trabajos
surgen en la niñez, con su primera publicación a los seis años, después Cenas
de abril (1979), Correspondência completa (1979), Luvas de pelica
(1980) y A teus pés (1982) su obra comprende ensayos, poemas, cartas, artículos
críticos y otros géneros, como una novela de publicación póstuma. Pasa un
tiempo en Europa, como traductora de Emily Dickinson, Katherine Mansfield y
Sylvia Plath, este encuentro alimentó su melancólica poesía y su búsqueda de
sentido:
Me
pregunto aquí si soy loca
Quien quiere sabrá decir
Me pregunto más si soy sana
Y aún más, si soy yo. (Cesar, 1969)[1]
Ana
Cristina Cesar es la poeta que siente la separación entre la cotidiana realidad
planeada por el tótem capitalista, y su visión de un ser humano en ruinas,
sometiendo, controlando, secuestrando, desapareciendo en cada dictadura del
continente, que eran más de diez. Uno de sus poemas más dice:
Poema obvio
No soy idéntica a mí misma
Soy y no soy al mismo tiempo, en el
mismo lugar y bajo el mismo punto de vista/
No soy divina, no tengo causa
No tengo razón de ser ni finalidad
propia:
Soy la propia lógica circundante (Cesar,
1969).[2]
Sobre sus heridas vueltas palabra es
posible asociarla con la melancolía, en el estudio Duelo y melancolía, Freud
habla sobre la extrañeza que sufren algunos sujetos melancólicos al verse en el
espejo, ese constante desconocimiento. En ese mismo texto Freud aclara:
“La
melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una
cancelación del interés por el mundo exterior, la perdida de la capacidad de
amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí
que se exterioriza en autorreproches y auto denigraciones y se extrema hasta
una delirante expectativa de castigo […]”.[3]
La presencia de la escritora en la
literatura brasileña de los años setenta es de una importancia, sobresaliente
porque abre paso al discurso femenino, y su significación en la sociedad, así escribe:
“La mujer ya no se pone sentimental: escupe a los cuatro vientos que ayer se
masturbó en la cama y es desafiante, chispeante, peniabierta” (Cesar, El
método, p. 91)
Así
mismo deja ver su simpatía por el escritor Charles Baudelaire al hacerlo
presente en su obra y mostrar una postura en contra de los prejuicios morales y
sociales, elige aquello que la mantienen interesada, como ella le llamaba, “la
estrategia liberadora” Es la única mujer en Brasil de esa época que escribe
poesía, traduce, observa y se presenta a través de la palabra.
Esa melancolía que se va volviendo una compañera inseparable se impregna en sus días y en 1983, luego de su curso sobre “Literatura de mujeres en Brasil” viene el periodo más sombrío de su vida que la lleva a una fuerte depresión, tras un intento de suicidio en la playa es internada en una clínica psiquiátrica, luego de un periodo sale y el 29 de octubre de 1983, se suicida lanzándose de la ventana del departamento de sus padres, ubicado en el octavo piso. Tenía tan sólo 31 años. Al día siguiente los diarios nacionales dieron la noticia y la anunciaron como una enorme pérdida para la poesía brasileña y esa afirmación se mantiene, al ser una de las poetas más importante del siglo XX en Brasil. Su acervo está bajo resguardo del Instituto Moreira Salles que promueve el arte y la educación. No hay pruebas de que fue un acto provocado por la melancolía, sin embargo, se trata de poner en claro que esa constante conducta puede ser parte de los factores que llevan a tomar esa decisión.
[3] Galileo Becerril Vargas, La melancolía:
entre la psicosis y el suicidio, Universidad
Pablo Guardado Chávez, México, 2024, p.3.