martes, 24 de junio de 2014

Beatriz Espejo



Nace en el puerto de Veracruz en 1939, desde muy joven comienza a escribir; fue discípula de Julio Torri, Salvador Elizondo y Juan José Arreola, su trabajo ha sido bien recibido por la crítica en general, es una escritora formada en la UNAM, en cuyo sitio labora actualmente. La trama de su trabajo no forma parte de una tendencia de época, a lo único que se ha decidido es a plasmar la condición de mujer, ella se reconoce como creadora de una obra femenina, no feminista. Para ella el cuento suele ser una mezcla  de realidad y ficción, complementada con trabajo, pues la creación literaria no sólo se trata de inspiración. 

     Escribe en torno a los sentimientos que gestan la vida y la realidad de las mujeres, a través de un tejido exquisito que luce en su prosa. Un importante critico mexicano  la reconoce como: “una escritora que consigue crear un mundo en el cual están presentes los apetitos y pasiones de criaturas congruentes con su verdad más profunda y que con timidez y desenfado transgreden los preceptos de la moral burguesa, en apariencia rígida y en el fondo elástica”[1]

     El cuento que lleva por nombre “La modelo” forma parte del libro Muros de azogue, publicado en 1979, el cuento aborda una historia contada de manera descriptiva por un testigo que expone a una protagonista muy frecuente de ver en los medios de comunicación: de rostro angelical y mirada vacía, que suele ser millonaria pero miserable,  tras el agobio de su belleza física.  La maestra Beatriz Espejo representa a las escritoras cuyo trascendente trabajo literario se muestra interesado en el mundo de la mujer, en el origen de todas las injurias en torno al sexo femenino y en la causa por la cual la temática es cuestión de género, aunque no en general. Hace poco presentó su segunda novela titulada ¿Dónde estás corazón?  Cuya trama se desarrolla en un convento del siglo XVIII y la vida en ese lugar. 










[1] Emmanuel Carballido y Juan Domingo Argüelles, Ensayos selectos, México, UNAM, 2004, p., 210.  

martes, 17 de junio de 2014

Amparo Dávila



 La obra de la escritora Amparo Dávila, es corta pero muy rica en atmósferas enigmáticas, como en su libro Tiempo destrozado donde se ubica el tema del matrimonio en varios cuentos; aunque su escritura muestra características de la literatura fantástica  el discurso se despliega dentro de un ambiente cotidiano, se acerca a los escenarios donde según nuestro rol determinado, la mujer busca el significado de la vida: el hogar, la maternidad, el matrimonio, etc.
    En su cuento llamado El huésped, se plantea  una vínculo de pareja acabado por la falta de comunicación,  la mujer se ve inmiscuida en una lucha cuando su esposo lleva a  casa un ser extraño, ese ente comienza a quitarles la calma a quienes habitan la casa, que en menor tiempo la hace el hombre. Después de un ataque  hacia los niños, las protagonistas deciden eliminar al sujeto siniestro. La voz de la mujer refleja el desencanto cuando reflexiona: “Llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos hijos y yo no era feliz. Representaba para mi marido algo así como un mueble” (19). [1]   
    Esa situación  es un constante en la literatura de las escritoras, así como en la vida de las mujeres casadas, es un hecho  vivencial llevado a la obra. La figura masculina ejerce un poder mayor,  no se puede dejar de mencionar temas como la sexualidad y la violencia dentro del maridaje, que aún en la actualidad lo experimenta el 45% de  las mujeres en México.
      Las costumbres que guiaron a la formación de diferencias entre los géneros,  han sido más apoyadas por la cultura de lo que pudiéramos creer, es el hombre quien gobierna, por favor piensa en Eva siendo formada a partir de la costilla de Adán, ahí se encuentra el primer elemento para justificar la desigualdad, para determinar espacios, para poner limites entre lo que hace  un hombre y una mujer.
     El seguimiento de una temática cercana a las prácticas femeninas, parece coincidir más a menudo en la literatura de las escritoras de lo que se difunde; el tema de  la unión matrimonial ha sido tratado de forma extensa, quizás para establecer el arquetipo cultural elaborado alrededor de ella, y trazar el boceto anticipado de una circunstancia de vida que nos discriminará de modo sutil  pero constante. El escritor hombre no se encuentra ante este panorama de trato desigual establecido desde las instituciones, por ello me atrevo a decir que los distintos contextos nos disponen para escribir desde una existencia única, con claras diferencias.


 





[1] Dávila, Amparo. Tiempo destrozado. México: FCE, 1970.

domingo, 8 de junio de 2014

A propósito de Virginia Woolf.

Es demasiado lo que se ha dicho sobre la escritora y editora que levantó la voz para solicitar una habitación propia, como se llama una de sus grandes novelas, pero volvamos al objetivo del blog, que a propósito de virginia Woolf pretende encontrar rasgos particulares de la literatura escrita por mujeres para presentar una clara diferencia entre las dos literaturas, considerando la frecuencia de temas entre los escritores y escritoras. 
     Amandine Aurore Lucile Dupin, conocida como George Sand consiguió publicar solo después de utilizar un nombre masculino, dicha problemática fue solo femenina; muchos años después vemos en la obra de Elena Poniatowska relatos de la condición humana en México donde  diversas mujeres únicas en su estilo de vida como: Tina Modotti, Leonora Carrington o sobre Angelina Beloff en el libro: Querido Diego te abraza Quiela, dichas mujeres marcan una independencia no lograda antes, tal y como sucede con las escritoras.

     La “circunstancia”, como le llamó Ortega y Gasset, de las mujeres es única, pues el género femenino a lo largo de la historia ha sido tratado de manera diferente a la del hombre. Virginia Woolf propuso que al momento de escribir no se es consciente del género de los lectores, pero sin duda, la escritora reconoció la literatura con temas femeninos, por medio de la cual se presenta el vivir de las mujeres en el mundo patriarcal y argumenta: “Los problemas de la mujer para hablar libremente de su cuerpo, de sus experiencias carnales; de la mujer que se desea autónoma en un mundo que le pertenece al hombre”.[1]

     El negar la existencia de una literatura con temáticas diferentes para cada género es limitar la decisión al estilo masculino que reconoce solo un modelo, se suele decir que se trata de buena literatura, cuando la calidad de las obras jamás se ha puesto en duda, de lo que se habla es de temáticas contrarias, el otro lado del género humano.
     Pero volvamos a Virginia Woolf, con amplios conocimientos del rudo camino de independencia que viven las mujeres escribe, en Una habitación propia y en diversas conferencias: “reclama para las mujeres la posibilidad de trabajar, de instruirse, de hablar. La posibilidad de afirmarse libremente en su cuerpo y en su pensamiento”[2], por lo tanto, el reconocer una literatura hecha por mujeres y otra hecha por hombres es acercarnos a la posibilidad de distinguir nuestros aportes, para quizás más adelante valorarlos por separado.




    




[1] Viviane Forrester, Virginia Woolf: el vicio de lo absurdo, Barcelona, Ultramar Editores, 1982, p., 69.
[2] Ibíd., p., 63. 

Dorothy Parker

  Escritora y crítica estadounidense, importante intelectual de los años veinte, nace en el estado de Nueva Jersey el 22 de agosto de 1893...