domingo, 8 de junio de 2014

A propósito de Virginia Woolf.

Es demasiado lo que se ha dicho sobre la escritora y editora que levantó la voz para solicitar una habitación propia, como se llama una de sus grandes novelas, pero volvamos al objetivo del blog, que a propósito de virginia Woolf pretende encontrar rasgos particulares de la literatura escrita por mujeres para presentar una clara diferencia entre las dos literaturas, considerando la frecuencia de temas entre los escritores y escritoras. 
     Amandine Aurore Lucile Dupin, conocida como George Sand consiguió publicar solo después de utilizar un nombre masculino, dicha problemática fue solo femenina; muchos años después vemos en la obra de Elena Poniatowska relatos de la condición humana en México donde  diversas mujeres únicas en su estilo de vida como: Tina Modotti, Leonora Carrington o sobre Angelina Beloff en el libro: Querido Diego te abraza Quiela, dichas mujeres marcan una independencia no lograda antes, tal y como sucede con las escritoras.

     La “circunstancia”, como le llamó Ortega y Gasset, de las mujeres es única, pues el género femenino a lo largo de la historia ha sido tratado de manera diferente a la del hombre. Virginia Woolf propuso que al momento de escribir no se es consciente del género de los lectores, pero sin duda, la escritora reconoció la literatura con temas femeninos, por medio de la cual se presenta el vivir de las mujeres en el mundo patriarcal y argumenta: “Los problemas de la mujer para hablar libremente de su cuerpo, de sus experiencias carnales; de la mujer que se desea autónoma en un mundo que le pertenece al hombre”.[1]

     El negar la existencia de una literatura con temáticas diferentes para cada género es limitar la decisión al estilo masculino que reconoce solo un modelo, se suele decir que se trata de buena literatura, cuando la calidad de las obras jamás se ha puesto en duda, de lo que se habla es de temáticas contrarias, el otro lado del género humano.
     Pero volvamos a Virginia Woolf, con amplios conocimientos del rudo camino de independencia que viven las mujeres escribe, en Una habitación propia y en diversas conferencias: “reclama para las mujeres la posibilidad de trabajar, de instruirse, de hablar. La posibilidad de afirmarse libremente en su cuerpo y en su pensamiento”[2], por lo tanto, el reconocer una literatura hecha por mujeres y otra hecha por hombres es acercarnos a la posibilidad de distinguir nuestros aportes, para quizás más adelante valorarlos por separado.




    




[1] Viviane Forrester, Virginia Woolf: el vicio de lo absurdo, Barcelona, Ultramar Editores, 1982, p., 69.
[2] Ibíd., p., 63. 

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