viernes, 27 de agosto de 2021

Clarissa Pinkola Estés

 


¿Es la palabra un medio de alivio?

Cuando me encontré con este libro de Clarissa no pude evadir el cuestionamiento, porque básicamente su trabajo es una recopilación de estudios sobre la vida interior de la mujer. Empecemos a conocerla. Clarissa Pinkola Estés nace un 27 de enero de 1947 en el estado de Indiana, E.U, ella es nativo americana y mexicana-española, creció en una comunidad de inmigrantes y refugiados cerca de los grandes lagos, siendo su primera formación totalmente oral. Es una escritora, poetisa, doctora analista junguiana de post-trauma y reconocida como Keeper of the Lore (Guardián de la Tradición), cantadora, esto quiere decir protectora de los antiguos cuentos de la tradición oral como reconocimiento a su trabajo de recopilación.

      Para ella el cuento es un medio primordial capaz de cuestionar la identidad, los personajes en las fábulas pueden representar arquetipos psicológicos y es posible reconocer en ellos acciones que ayuden en el proceso de construcción interna. Creó una colección de quince volúmenes de obras de audio originales y una serie de actuaciones en vivo de doce partes titulada: Theatre of the Imagination retransmitido por la National Public Radio y Pacifica Networks a nivel nacional en Estados Unidos y Canadá, ahora disponible en audiolibros. publicó en 1996 una historia llamada El jardinero fiel, una historia sabia sobre lo que nunca puede morir, donde nos aclara la importancia de los cuentos en su vida:

En mi familia, los ancianos conservaban una tradición que denominaban «hacer cuentos». Se trataba de un momento del día -a menudo durante una comida rica en aromas de cebollas, pan recién hecho y picantes morcillas de arroz- en el que los mayores animaban a los jóvenes a tejer narraciones, poemas y otras composiciones. Los ancianos se reían mirándose entre sí mientras comían. «Vamos a ver si habéis adquirido algún conocimiento que merezca la pena. Venga, venga, contadnos un cuento desde el principio. Queremos ver cómo ejercitáis el músculo de los cuentos.»[1]

     Su gran obra traducida a 37 idiomas lleva por título Mujeres que corren con los lobos cuyo proceso de creación le llevó veinte años; en él se desarrolla por medio de dieciséis capítulos una guía sobre la existencia de la mujer en diferentes etapas, por medio de sus páginas desentraña la identidad, la intuición, el amor, las heridas y da sentido al significado de la mujer salvaje, la que representa “Una fuerza inimitable e inefable que encierra un enorme caudal de ideas, imágenes y particularidades”[2], conocerla da nuevos aprendizajes sobre los ciclos femeninos, esos que funcionan para:

Purificar los propios pensamientos y renovar regularmente los propios valores; eliminar las trivialidades que ocupan la psique, barrer el propio yo; limpiar con regularidad los propios pensamientos y estados emocionales, encender un fuego duradero debajo de la vida creativa y guisar sistemáticamente ideas significa sobre todo guisar con originalidad mucha vida sin precedentes para poder alimentar la relación entre la mujer y su naturaleza salvaje[3]

 Obtuvo diversos premios y reconocimientos: El ABBY (American Bookseller Book of the year); el premio Gradiva, de la "National Association for the Advancement of Psychoanalysis"; el premio Las Primeras de la MANA, la National Latina Foundation de Washington, D.C.; la Medalla del Presidente en el apartado de justicia social por parte del Union Institute; el reconocimiento Keeper of the Lore (Guardián de la Tradición), del festival anual Joseph Campbell.

     Ha dedicado su vida a la enseñanza y a la práctica de su conocimiento, además de ser una incansable activista social cuyo camino inició desde los talleres de escritura en cárceles de mujeres, el apoyo a los sobrevivientes de la guerra de Vietnam, el vital apoyo para mujeres que perdieron a sus hijos, a mujeres rescatadas durante desastres naturales o de crímenes familiares. Igualmente se involucró en la atención a familiares y sobrevivientes de la masacre de Columbine de 1999 a 2003, además trabajó con personas que sufrieron las consecuencias del 11 de septiembre de 2001 y cierra su amplia actividad con la fundación y dirigencia de la C.P. Estés Guadalupe Foundation.

     Su mira esta puesta en los temas esenciales, capaces de ofrecer un análisis con los más diminutos detalles y así aumentar el aporte. Tal es el caso de esta enorme selección de mitos, cuentos de hadas, reflexiones en torno a cada parte de la identidad femenina, de ahí mi pregunta sobre la palabra como medio de alivio, porque en su trabajo el cuento es medicinal, los mitos terapéuticos y su insistencia para que encuentres tu fuerza interior es un auxilio.  Dicho por ella, toda mujer tiene una vida interna con una poderosa fuerza, buenos instintos, capacidades creativas, apasionada, así que Mujeres que corren con los lobos es un compendio de amparo al rescate de tu salud y brío, no importa la edad que tengas, te hará poner en duda tus decisiones y conectarás tu atención en esos detalles de tu existencia que tal vez, por no despertar inquietudes que te conflictúen, has dejado bien guardadas, bajo llave.

     La obra de la doctora Clarissa es reconocida mundialmente por su aportación en reformadoras investigaciones sobre la naturaleza de la psique a través de la utilización de los mitos, cuentos de hadas, poesía en tratamientos psicoanalíticos y sobre todo a su singular y poderosísima voz que nace de la vida inmersa desde la infancia en antiguas y valiosas tradiciones orales. Toda la trayectoria de la escritora responde a mi pregunta, si, la palabra puede ser una medicina cuando es empleada para rehabilitar.







[1] Clarissa Pinkola Estés, El jardinero fiel: una historia sabia sobre lo que nunca puede morir, EU, Harper 1996. p. 6.

[2] Clarissa Pinkola Estés, Mujeres que corren con los lobos, Ediciones B, Barcelona, 2007.p. 38.

[3] Ibíd. p. 108.



jueves, 19 de agosto de 2021

Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich


Del nuevo siglo ya llevamos recorrido casi veintiún años, dejamos atrás el envío de cartas, telegramas, giros en el servicio postal, la comunicación cambio. Siendo aún joven el siglo se vio encantado por las relaciones a través de las redes sociales, los memes, los videos, lo que ofertan las plataformas para ver series, películas, además de una enorme cantidad de documentales, todo eso nos recuerda una y otra vez que ahora todo lo visual predomina, se deja de lado la escritura, la lectura parece obsoleta, todo el ritual que representaba tomar un libro colocarle un separador conforme lo ibas conociendo, subrayar una frase que sobrepasa el sentimiento del autor y te emocionaba, no es ya una práctica común.

     Sin embargo, el trabajo de Svetlana Aleksiévich tiene una forma de narrativa que conserva las practicas del siglo pasado, la conversación, la investigación, el análisis de los hechos, la búsqueda de los protagonistas. No es la única escritora que emplea esta forma de hacer literatura, eso esta claro, pero si es una mujer que ha sobrellevado la censura de su obra que incomodó la reputación del socialismo en la URSS, ahora Rusia, país agobiado por varias guerras.

     Esta introducción sobre algunos visibles cambios en el siglo son el primer acercamiento a la creadora que nace en el siglo XIX, cuyas vivencias desde muy pequeña están relacionadas con la guerra, entre los juegos, los libros en las bibliotecas y las anécdotas de su abuela conoció lo que portaba la guerra: muerte. Ese primer acercamiento marcó su trabajo, ejemplo de una literatura que mira de cerca al ser humano, busca por medio de la charla desentrañar los hechos que le inquietan y los lleva a un análisis más allá del acontecimiento, pues presenta personajes con sentimientos y vivencias adornados por un tratamiento narrativo que transforma el lenguaje en un espacio empático, filosófico, dispuesto a explicar la desolación con toda la finalidad de no dejarlos en el silencio de las casas, asilos o granjas; su trabajo escarba lo enterrado, le da forma para que se entienda su razón sin ser olvidado.

          Svetlana nace en Bielorrusia el 31 de mayo de 1948, hija de profesores rurales, desde pequeña su refugio fueron los libros. Al crecer estudió periodismo en la Universidad de Minsk, Ucrania, donde tuvo una muy activa participación con diversas publicaciones que van desde poesía hasta cuento, pero lo que ella buscaba estaba muy adentro de su patria, así es como inicia su recorrido por la unión soviética.

          Seguramente su estilo es una de las razones por las cuales fue ganadora del premio nobel otorgado en 2015, ya que cada uno de sus libros retrata los dramas a su alrededor, comenzaré mencionando su libro más conocido Voces de Chernóbil publicado en 1997, del cual se basó la exitosa mini serie “Chernobyl” producida por HBO.

     Su trabajo como escritora se conoce como periodismo literario, donde se combina la investigación de un suceso histórico con las técnicas narrativas. En dicho estilo la escritora es especialista. Menciono otro sobresaliente trabajo que nace de su contacto con los repatriados de Afganistán, los que vuelven de la guerra, sin dejarla atrás, con ellos se sienta, escucha sus experiencias y nace el libro, Los muchachos de zinc, voces soviéticas de la guerra de Afganistán, publicado en 1989. En una parte de este libro Svetlana confiesa: “Yo rastreo el sentimiento, no el suceso. Cómo se desarrollan nuestros sentimientos, no los hechos. Probablemente lo que yo estoy haciendo se parece a la labor de un historiador, soy una historiadora de lo etéreo […] Eso es a lo que yo me dedico desesperadamente (libro tras libro): a disminuir la historia hasta que toma una dimensión humana.”[1]    

       Acá se reúnen los sobrevivientes olvidados por el estado, madres, esposas, veteranos incapacitados, con sus argumentos da forma a un libro repleto de aflicción, donde la soledad, la pérdida y la enfermedad son el centro de las vidas de aquellos seres a quienes la autora rescata del olvido diciendo:

En los últimos años ha desaparecido del mapa del mundo, de la Historia, el imperio comunista que los envió allí para matar y para morir. Ya no existe. Primero a la guerra la empezaron a llamar tímidamente “error político” y luego la llamaron “crimen”. Ahora todos quieren olvidar Afganistán. Olvidar a estas madres, olvidar a los muchachos… El olvido es una forma de mentira. Las madres se han quedado solas frente a las tumbas de sus hijos. Ni siquiera cuentan con el consuelo de que la muerte de sus hijos no fue inútil.[2]

    Otro determinante trabajo, a partir del recorrido por su nación es un acercamiento a las mujeres que participaron en la segunda guerra mundial, La guerra no tiene rostro de mujer cuya publicación sale a la luz en 1985, cuarenta años después de concluida la contienda; la escritora atiende en este libro las palabras de las sobrevivientes: instructoras sanitarias, francotiradoras, tiradoras de ametralladora, comandantas de cañón antiaéreo, zapadoras, enfermeras, conductoras, técnicas sanitarias, etc., nos deja conocer su voz, su reclamo, su anécdota que no tenía como prioridad ganar, sino liberar esa postura testimonial que vio como la humanidad se perdía en cada ataque y con cada muerte, al describir como las ganas de vivir se quedaron entre los ladrillos rotos llenos de hollín, esas voces, cuya reacción ante la oportunidad de seguir con vida, las cubrió con la indiferencia.

     Comienza su investigación con un enorme trabajo periodístico de interrogatorios, revisión y búsqueda en granjas, asilos y casas solitarias, encuentra a las sobrevivientes que participaron en dicho evento. Lo más visible es la determinación por lograr que se escuchen los testimonios de las mujeres, por ello comenta: “Todo lo que sabemos de la guerra, lo sabemos por la «voz masculina». Todos somos prisioneros de las percepciones y sensaciones «masculinas». De las palabras «masculinas». Las mujeres mientras tanto guardan silencio.”[3]            

      La polifónica recopilación que logra la escritora es una suma que pocas veces se logró reunir, son ellas y nada más ellas las que relatan la nausea que provoca ver un naufragio de cuerpos sin vida, son quienes al conocerla sintieron la necesidad de ya no guardar silencio, liberando así, entre llantos, plegarias y nostalgia todo aquello que el mundo debería entender. La escritora escuchó las anécdotas, fue tejiendo la reflexión y el pesar que permanecía dormido pero que ahora conocemos, esa experiencia de la mujer en la guerra, que para algunas comenzó con el entrenamiento, para otras con las incursiones donde veían caer a sus iguales, y en algunas más todavía se resguarda en sus casas, en su ser.

     La guerra no tiene rostro de mujer, eso es concluyente, ante tal afirmación el libro es un ejemplo del tipo de divulgación que necesita madurarse con tiempo al comenzar la exploración exhaustiva, luego las charlas, atención conectada a lo que se expresa, sintiendo de cerca la vibración y la agonía que produce cada recuerdo. Su propuesta narrativa no podría construirse con el tipo de comunicación que se ha instalado en este siglo, es un estilo madurado por su formación y gusto particular de escribir, así que busca su trabajo, escucha en él la voz femenina que oculta estuvo, o esta, o a diario se va liberando gracias a quienes la desentrañan, en este grandioso ejemplo es Svetlana quien demanda por medio de sus libros el reconocimiento de esa parte herida de su nación, pese a la censura que un Estado socialista ejerció.

 

 


 

 

 

 

 



[1] Alekciévich, Svetlana, Los muchachos de zinc, voces soviéticas de la guerra de AfganistánBarcelona, Debate, 2016, pág. 29. 

[2] Ibíd, pag. 309.

[3] Alekciévich, Svetlana, La guerra no tiene rostro de mujerBarcelona, Debate, 2015, pág. 06. 

 


Dorothy Parker

  Escritora y crítica estadounidense, importante intelectual de los años veinte, nace en el estado de Nueva Jersey el 22 de agosto de 1893...