Escritora
francesa nacida en la isla del mar caribe llamada Guadalupe todavía colonia de
Francia el 11 de febrero de 1934 en Pointe a Pitre, desciende de una familia
con buena posición económica, por ello al cumplir los dieciséis años es enviada
al continente para continuar sus estudios, después de concluidos deja Francia y
pasa más de diez años en diversos países
de África, detrás de esa identidad que demandaba obtener, la misma que no
consigue en Guadalupe y tampoco en su paso por el Paris de los años cincuenta.
Ingresa
a la Sorbona de París donde estudia literatura clásica después de concluidos
sus estudios viaja a África occidental donde trabaja en Guinea, Ghana, Senegal,
Costa de Marfil, etc., durante más de una década, luego de lo cual vuelve a
Francia para concluir su doctorado en literatura comparada en la Sorbona. Tampoco
su paso por el continente africano le complementa, pues debido a su preparación
fue vista como aliada de los colonizadores. Algunas de sus novelas son: Un
Saison à Rihata (1981); Segú (1984-1985); Yo, Tituba:
Bruja Negra de Salem (1986); Corazón que ríe, corazón que llora (2019);
El Evangelio del nuevo mundo (2023).
Viaja a Estados Unidos ya casada con el
traductor Richard Philcox, continua su carrera como catedrática impartiendo
clases en varias universidades de Estados Unidos como Berkeley, Harvard y
Columbia, UCLA. En 2004 se retiró de la universidad de Columba como profesora emérita
de francés.
En 2018 recibe el premio nobel “alternativo”
de literatura, Maryse fue llamada “la gran dama” de la literatura antillana, obtuvo
el Premio nacional de Literatura sobre la Mujer y el Premio Anaïs-Ségalas de la
Academia Francesa. En 1993, fue la primera mujer en recibir el Premio
Putterbaugh, otorgado por los Estados Unidos a escritores francófonos.
La
influencia del movimiento de la negritud iniciado por escritores como Frantz Fanon,
filósofo nacido en Martinica y Aimé Cesaire otro gran intelectual de Martinica,
colonia francesa. Dicho movimiento es importante para su formación como
escritora, por ello se entiende la postura de reclamo y rebelión en contra de
todo aquello que la nación colonizadora trató de normalizar en sus posesiones
extra territoriales.
Aunque fue escritora desde muy joven, a los
10 años crea una obra de teatro de un solo acto sobre su madre, también hace
reportajes para periódicos locales en la escuela secundaria y publica reseñas
de libros para una revista estudiantil en la universidad, la Sorbonne Nouvelle
en París. Su despertar de conciencia surge cuando lee La calle de las casas
negras de Joseph Zobel, ante ese nuevo mundo ella queda impactada y dice: “La
lectura de José Zobel, más que cualquier discurso teórico, me abrió los ojos.
Comprendí que el medio al que pertenecía no tenía absolutamente nada que ofrecer
y empecé a odiarlo. Me había blanqueado y encalado, una mala imitación de los
niños franceses con los que me juntaba”.[1]
Tenía cuarenta años y cuatro hijos cuando
publica su libro Segoú, el mismo que le abre paso ya cerca de los cincuenta
en el mundo de la literatura internacional en el cual fue conocida sobre todo
por la defensa de la identidad negra antillana también su defensa y exposición
sobre lo que acontece a la mujer sobresale en su trabajo literario, como ejemplo
cito su novela ganadora del Gran Premio de Francia de literatura femenina en el
año 1986 Yo, Tituba, la bruja negra de Salem en dicha novela la autora
presenta como protagonista a la esclava acusada de ser bruja en los juicios de
Salem, en dicha novele hace una recreación de ese personaje histórico representativo
de la restricción que se vivía en un contexto de patriarcado, exacerbada
religiosidad y la práctica de juicios inquisitoriales propios de la época en la
que ocurre el juicio de las brujas de Salem hecho del siglo XVII. Pues bien,
Marysé hace una representación de esa mujer, quien acepta que realizó en el bosque
algunos actos de baile y canto, tal vez un poco inspirados por su religión.
Tituba
crece como personaje, la escritora amplia su entorno, su situación existencial,
su historia de vida, lo único que no está atenuado es la frecuente violencia y
maltrato, desde su captura y rapto del país natal en el Caribe, hasta su venta
como esclava en la Norteamérica floreciente.
Tituba es la voz que busca respuestas en
todo lo que hace, es la mujer que se sabe moneda de cambio en un mundo dominado
por el hombre, pero lo usa a su favor. Sus preguntas son cada vez más introspectivas,
así, ella expresa: “¡Qué extraño es el amor al país! Lo llevamos en nosotros
como nuestra sangre, como nuestros órganos. Y basta que estemos separados de
nuestra tierra para que experimentemos un dolor que surge de lo más profundo de
nosotros mismos sin disminuir jamás”[2]
Su sentir en torno al gusto que deja el destierro
forzado que vivió se vuelve una constante en su dialogo interno, esa vida de
persona sometida a las exigencias de otros la hace buscar la compañía de un
hombre, tal vez como única medicina para combatir la desesperanza, esa búsqueda
se hace continua a pesar de las sabias palabras de su abuela que le aclara: “Los
hombres no aman, poseen, avasallan” y se pregunta una y otra vez “¿Por qué las
mujeres no pueden prescindir de los hombres?”[3]
Dicha novela es sólo un ejemplo del estilo
propio de Maryse Condé, quien desarrolla temas como la negritud, la identidad, el
género, el amor tan buscado incluso en los contextos más deshumanizados, mostrándolo
como único aliciente ante la desgracia, en una entrevista la escritora asegura:
“Yo creo que la responsabilidad de una escritora mujer y negra es la de
inculcar en el otro el respeto y el amor por la diferencia. Para mí esa es la
belleza de mi trabajo y de mis orígenes”[4]
A través de su literatura Maryse Condé
acerca al lector a las voces y las vidas de la población afrodescendiente que
sobrevive en un agreste entorno opresor, sus palabras averiguan detrás de la
brutalidad y logra heredarnos las huellas de su valor en el mundo para desenmarañarlo
y darle un espacio en las más sentidas narraciones de sobrevivencia.
Cada una de sus novelas revelan la vida
desde sus ojos, su andar por diversos continentes y las prácticas de cada
sociedad, las acciones de los diferentes personajes son de un mundo real, pero
saltan a las hojas como una necesidad de alojar su presencia y que los sedientos
lectores los conozcan. Ella, en medio de su orfandad y con su vasta herencia
cultural se dio a la tarea de plasmar para su público una gama vasta de
historias sobre la vida de una afrodescendiente que toda su vida buscó más allá
de los hechos y del color de la piel. El 2 de abril de 2024 la escritora
fallece a los noventa años en Luberon, Francia.
[1] Hillel Italie, “Fallece
a los 90 años Maryse Condé la “dama de las letras antillanas” The San Diego
Union Tribune, abril 2, 2024.
[2] Maryse Condé, Yo,
Tituba, la negra bruja de Salem, Editorial Impedimenta, 1986. p. 46
[3] Ibíd, p. 17.
[4] Joaquín León, Maryse
Condé: Eterno regreso al origen” Gatopardo, 10 oct. 2018.
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