viernes, 24 de enero de 2025

Nadia Anjuman

 


Poeta afgana nacida el 27 de diciembre de 1980 en la ciudad de Herat, la capital cultural del país desde hace más de 5,000 años y que terminó en ruinas con la llegada del grupo extremista talibán. Siendo la sexta hija de una extensa familia siempre mostró inquietud por aprender, fue en 1995 que el gobierno local es derrocado por el régimen talibán, con su llegada se suspende la educación para las mujeres, de hecho, se destruyen varios recintos educativos. Pero estos hechos no detienen la inquietud de aprender de muchas mujeres, Nadia Anjuman, con un grupo de amigas asisten a una escuela de costura llamada “La aguja de oro” que en realidad era un círculo de lectura en el que se reunían tres veces por semana, ese espacio era para las mujeres, en él seguían estudiando la literatura mundial, leer y debatir en torno a obras literarias o escuchar conferencias que eran impartidas en la Universidad de Herat, conocieron  autores libros que iban desde Shakespeare, Balzac, Joyce, hasta Tolstoi y Dostoievski.

     Asistir a ese taller era exponer la vida, pero también era nutrirla, si le descubrían sería encarcelaba, podía ser torturada, incluso lapidada, eso era lo de menos ante el hecho de descubrir lo que le complacía. Las reuniones se planificaban para cubrir las apariencias, se llevaban materiales de costura, los libros pertenecían al profesor que dirigía el taller, algunas de ellas llevaban a sus hijos, les dejaban jugando en la calle, pidiéndoles que si se acercaba la policía religiosa les advirtiesen para esconder los libros y retomar la costura. Parece una historia de ciencia ficción en donde los libros no pueden ser tocados por las mujeres, pero no, esta es la realidad de las jóvenes afganas.

     Afortunadamente nunca se les descubrió, en esos años fue creciendo el interés de Nadia, así que se acercó a su profesor para aprender a escribir poesía farsi, propia de su cultura y con una guía efectiva pronto encontró su voz. Para la tradición afgana el canto es la forma de escribir poesía, a través de composiciones llamadas landays. Este origen viene de los pastún, una sociedad tribal musulmana predominante en esa región. Dos de sus grandes influencias fueron los poetas afganos Hafiz Shirazi y Bidel Dehlavi.

     Debido a la invasión estadounidense en 2001 cae el régimen talibán y el sol vuelve a brillar momentáneamente, Nadia retoma los estudios a nivel universitario en el departamento de lenguas y literatura farsi en donde destaca como alumna, una de sus prácticas fue una visita a Irán en donde tuvo la oportunidad de reunirse e intercambiar ideas con poetas iraníes.

     Impulsada por el momento que vive publica su primer libro “Flor ahumada” que tiene un buen recibimiento en Afganistán, Pakistán e Irán. Sin embargo, como toda mujer afgana los padres insistían en que debía casarse, en esa sociedad desde los catorce o quince años contraen matrimonio, por lo regular arreglado, y van a vivir a casa del esposo, que casi siempre comparte vivienda con sus padres y otros familiares.

     Ella esquivó el momento lo más que pudo, estudiar y escribir era lo que más le interesaba, hasta que ya es inevitable, es entonces cuando se casa con un funcionario de la universidad de Herat. Ya conquistada, el marido comienza a controlarla, las prohibiciones fueron en aumento, no le permite escribir, si llega a encontrarla haciéndolo la golpea, es entonces cuando para ella comienza la oscuridad. En 2005 nace su primer hijo, en ese país donde tiene más peso la religión que la razón, motivo por el cual el esposo mantiene la opresión de la poetisa, le prohíbe asistir a las reuniones literarias, o participar en cualquier evento pues para él y su familia era una vergüenza que una mujer escribiera, sin importar que los temas de sus poemas fueran el amor, la belleza y la realidad existencial.

     El nivel de violencia fue creciendo, el marido sentía celos del talento nato de la poeta, se sentía menos porque ella era reconocida y admirada por sus profesores, así como por la gente que sabía que era una poetisa, el malestar del hombre llega a su máxima expresión y es así como Nadia Anjuman muere el 4 de noviembre de 2005, a la edad de 25 años como consecuencia de una golpiza propinada por el marido y la madre de este, el pretexto para violentarla fue que quería reunirse con sus familiares, como se acostumbra en el último día del Ramadán. La rudeza fue tal que estuvo inconsciente, luego de cuatro horas el marido accede a llevarla a un hospital, el taxista que fue testigo directo asegura que al subirla al taxi ella ya no tenia vida. Con afán de librarse de los cargos el esposo declaró que se había suicidado tomando un veneno, aunque también acepto haberle pegado, por supuesto, prohibió que se le realizara una autopsia para esclarecer lo sucedido.[1]

     De todo el daño que le hicieron a su cuerpo destacó una profunda herida en la cabeza. La decisión de las autoridades fue encarcelarlo con una sentencia de cinco años, pero por causa de la intervención de los ancianos tribales de Herat, se le solicitó al padre de Nadia el perdón, hecho que sucedió y luego de unos meses fue liberado. El papá de Nadia muere poco después de los hechos. Su hijo de seis meses quedó bajo la custodia del marido.

     Su voz no se apagó, al contrario, antes de los acontecimientos, el segundo libro de poesía de Nadia Anjuman ya estaba lista para impresión, así que fue publicado y también se reimprimió su primer libro otras tres veces. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, y la corresponsal de guerra Christina Lamb ha difundido su historia[2]

     Por difícil que parezca esto sucede todavía en el siglo XXI, la historia de Nadia Anjuman tiene un poco de visibilidad por su trabajo literario, pero sin duda suceden este tipo de actos de forma continuo. La situación de Afganistán en donde el retraso tecnológico, la guerra, el fanatismo religioso y la misógina hace más problemático el libre desarrollo de las mujeres es el cruel ejemplo de que todavía en algunas regiones del planeta la mujer no tiene libertad para actuar. La poesía de Nadia Anjuman retrata de forma hiperrealista las circunstancia a las cuales se enfrentan el género femenino de esa nación, el poema más representativo de su obra se llama No deseo abrir la boca y es una declaración de su vulnerabilidad ante los sanguinarios que gobiernan su país. Comparto aquí los versos, como una pequeña contribución para que su voz no se olvide.

 

No deseo abrir la boca

 

No deseo abrir la boca

¿A qué podría cantar?

A mí, a quien la vida odia

tanto me da cantar que callar.

¿Acaso debo hablar de dulzura

cuando siento tanta amargura?

Ay, el festín del opresor

me ha tapado la boca.

Sin nadie a mi lado en la vida

¿A quién dedicaré mi ternura?

Me da igual hablar, reír,

morir, existir

yo y mi forzada soledad

con mi dolor y mi tristeza

he nacido para nada

mi boca debería estar sellada.

Ha llegado, corazón, la primavera

 el momento propicio para el festejo

¿Pero qué puedo hacer si un ala

 tengo atrapada?

Así no puedo volar.

Llevo mucho tiempo en silencio,

pero nunca olvidé la melodía

que no paro de susurrar

las canciones que brotan de mi corazón

me recuerdan que algún día

romperé la jaula.

Volando saldré de esta soledad

 y cantaré con melancolía

 no soy un frágil álamo

 sacudido por el viento.

 Soy una mujer afgana,

 entiéndase mi queja

 estoy enjaulada en este rincón

 llena de melancolía y pena

 mis alas están cerradas

 y no puedo volar,

 soy una mujer afgana

 y debo aullar. [3]








[1] Farzana Marie, editora y traductora, Load poems like guns, Holy Cow Pr, USA, 2014.

[2] Christina Lamb, “El club de las mujeres desafiantes”, Mujer hoy, 4 de julio de 2009.


Nadia Anjuman

  Poeta afgana nacida el 27 de diciembre de 1980 en la ciudad de Herat, la capital cultural del país desde hace más de 5,000 años y que te...