Poeta
afgana nacida el 27 de diciembre de 1980 en la ciudad de Herat, la capital cultural
del país desde hace más de 5,000 años y que terminó en ruinas con la llegada
del grupo extremista talibán. Siendo la sexta hija de una extensa familia siempre
mostró inquietud por aprender, fue en 1995 que el gobierno local es derrocado
por el régimen talibán, con su llegada se suspende la educación para las
mujeres, de hecho, se destruyen varios recintos educativos. Pero estos hechos
no detienen la inquietud de aprender de muchas mujeres, Nadia Anjuman, con un
grupo de amigas asisten a una escuela de costura llamada “La aguja de oro” que
en realidad era un círculo de lectura en el que se reunían tres veces por
semana, ese espacio era para las mujeres, en él seguían estudiando la
literatura mundial, leer y debatir en torno a obras literarias o escuchar
conferencias que eran impartidas en la Universidad de Herat, conocieron autores libros que iban desde Shakespeare, Balzac,
Joyce, hasta Tolstoi y Dostoievski.
Asistir a ese taller era exponer la vida,
pero también era nutrirla, si le descubrían sería encarcelaba, podía ser
torturada, incluso lapidada, eso era lo de menos ante el hecho de descubrir lo
que le complacía. Las reuniones se planificaban para cubrir las apariencias, se
llevaban materiales de costura, los libros pertenecían al profesor que dirigía
el taller, algunas de ellas llevaban a sus hijos, les dejaban jugando en la
calle, pidiéndoles que si se acercaba la policía religiosa les advirtiesen para
esconder los libros y retomar la costura. Parece una historia de ciencia ficción
en donde los libros no pueden ser tocados por las mujeres, pero no, esta es la
realidad de las jóvenes afganas.
Afortunadamente nunca se les descubrió, en
esos años fue creciendo el interés de Nadia, así que se acercó a su profesor
para aprender a escribir poesía farsi, propia de su cultura y con una guía
efectiva pronto encontró su voz. Para la tradición afgana el canto es la forma
de escribir poesía, a través de composiciones llamadas landays. Este
origen viene de los pastún, una sociedad tribal musulmana predominante en esa
región. Dos de sus grandes influencias fueron los poetas afganos Hafiz Shirazi
y Bidel Dehlavi.
Debido a la invasión estadounidense en
2001 cae el régimen talibán y el sol vuelve a brillar momentáneamente, Nadia
retoma los estudios a nivel universitario en el departamento de lenguas y literatura
farsi en donde destaca como alumna, una de sus prácticas fue una visita a Irán
en donde tuvo la oportunidad de reunirse e intercambiar ideas con poetas
iraníes.
Impulsada por el momento que vive publica
su primer libro “Flor ahumada” que tiene un buen recibimiento en Afganistán, Pakistán
e Irán. Sin embargo, como toda mujer afgana los padres insistían en que debía
casarse, en esa sociedad desde los catorce o quince años contraen matrimonio,
por lo regular arreglado, y van a vivir a casa del esposo, que casi siempre comparte
vivienda con sus padres y otros familiares.
Ella esquivó el momento lo más que pudo,
estudiar y escribir era lo que más le interesaba, hasta que ya es inevitable,
es entonces cuando se casa con un funcionario de la universidad de Herat. Ya conquistada,
el marido comienza a controlarla, las prohibiciones fueron en aumento, no le
permite escribir, si llega a encontrarla haciéndolo la golpea, es entonces cuando
para ella comienza la oscuridad. En 2005 nace su primer hijo, en ese país donde
tiene más peso la religión que la razón, motivo por el cual el esposo mantiene
la opresión de la poetisa, le prohíbe asistir a las reuniones literarias, o
participar en cualquier evento pues para él y su familia era una vergüenza que
una mujer escribiera, sin importar que los temas de sus poemas fueran el amor, la
belleza y la realidad existencial.
El nivel de violencia fue creciendo, el
marido sentía celos del talento nato de la poeta, se sentía menos porque ella
era reconocida y admirada por sus profesores, así como por la gente que sabía
que era una poetisa, el malestar del hombre llega a su máxima expresión y es así
como Nadia Anjuman muere el 4 de noviembre de 2005, a la edad de 25 años como consecuencia
de una golpiza propinada por el marido y la madre de este, el pretexto para violentarla
fue que quería reunirse con sus familiares, como se acostumbra en el último día
del Ramadán. La rudeza fue tal que estuvo inconsciente, luego de cuatro horas el
marido accede a llevarla a un hospital, el taxista que fue testigo directo
asegura que al subirla al taxi ella ya no tenia vida. Con afán de librarse de
los cargos el esposo declaró que se había suicidado tomando un veneno, aunque
también acepto haberle pegado, por supuesto, prohibió que se le realizara una
autopsia para esclarecer lo sucedido.[1]
De todo el daño que le hicieron a su cuerpo
destacó una profunda herida en la cabeza. La decisión de las autoridades fue
encarcelarlo con una sentencia de cinco años, pero por causa de la intervención
de los ancianos tribales de Herat, se le solicitó al padre de Nadia el perdón, hecho
que sucedió y luego de unos meses fue liberado. El papá de Nadia muere poco después
de los hechos. Su hijo de seis meses quedó bajo la custodia del marido.
Su voz no se apagó, al contrario, antes de
los acontecimientos, el segundo libro de poesía de Nadia Anjuman ya estaba
lista para impresión, así que fue publicado y también se reimprimió su primer
libro otras tres veces. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, y la corresponsal
de guerra Christina Lamb ha difundido su historia[2]
Por difícil que parezca esto sucede todavía
en el siglo XXI, la historia de Nadia Anjuman tiene un poco de visibilidad por
su trabajo literario, pero sin duda suceden este tipo de actos de forma continuo.
La situación de Afganistán en donde el retraso tecnológico, la guerra, el
fanatismo religioso y la misógina hace más problemático el libre desarrollo de
las mujeres es el cruel ejemplo de que todavía en algunas regiones del planeta
la mujer no tiene libertad para actuar. La poesía de Nadia Anjuman retrata de
forma hiperrealista las circunstancia a las cuales se enfrentan el género femenino
de esa nación, el poema más representativo de su obra se llama No deseo
abrir la boca y es una declaración de su vulnerabilidad ante los sanguinarios
que gobiernan su país. Comparto aquí los versos, como una pequeña contribución para
que su voz no se olvide.
No deseo abrir la
boca
No deseo abrir la
boca
¿A qué podría
cantar?
A mí, a quien la
vida odia
tanto me da cantar
que callar.
¿Acaso debo hablar
de dulzura
cuando siento tanta
amargura?
Ay, el festín del opresor
me ha tapado la
boca.
Sin nadie a mi
lado en la vida
¿A quién dedicaré
mi ternura?
Me da igual
hablar, reír,
morir, existir
yo y mi forzada
soledad
con mi dolor y mi
tristeza
he nacido para
nada
mi boca debería
estar sellada.
Ha llegado,
corazón, la primavera
el momento propicio para el festejo
¿Pero qué puedo hacer
si un ala
tengo atrapada?
Así no puedo volar.
Llevo mucho tiempo
en silencio,
pero nunca olvidé
la melodía
que no paro de
susurrar
las canciones que
brotan de mi corazón
me recuerdan que
algún día
romperé la jaula.
Volando saldré de
esta soledad
y cantaré con melancolía
no soy un frágil álamo
sacudido por el viento.
Soy una mujer afgana,
entiéndase mi queja
estoy enjaulada en este rincón
llena de melancolía y pena
mis alas están cerradas
y no puedo volar,
soy una mujer afgana
y debo aullar. [3]
[1] Farzana Marie, editora y traductora,
Load poems like guns, Holy Cow Pr, USA, 2014.
[2] Christina Lamb, “El club de las
mujeres desafiantes”, Mujer hoy, 4 de julio de 2009.
[3] “Nueve poemas de Nadia Anjuman”, http://poetryalquimia.org/2018/12/27/3-poemas-de-nadia-anjuman.
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