viernes, 26 de septiembre de 2025

Poetas suicidas: Ana Cristina Cesar

 


Escritora y traductora brasileña nacida en Río de Janeiro un 2 de junio de 1952, estudió filosofía, y más tarde letras en la Universidad Católica de Río de Janeiro, después un master en traducción que realizó en Francia. Su amplia educación se anuncia en sus versos, en cada duda inquietante en torno a la vida, es parte de la generación del mimeógrafo, en la cual algunos jóvenes artistas, por el año 1968 en Brasil se organizaron a través de ciertas estrategias ajenas a la forma en que operaba la industria cultural, por ejemplo, usaron para sus publicaciones el mimeógrafo, un aparato que permita hacer copias por volumen, de ahí el nombre que se le da a la generación.  

     Forma parte de esa escritura que no estaba regulada o sometida a los requerimientos de la dictadura también recibe el nombre de generación de ‘poetas marginales’ y formaban parte de lo contracultural, alejados de nichos intelectuales se mostraban rebeldes por medio de una voz transgresora. El contexto de esta generación no es nada fácil, la represión que se ejerce en el continente hace huir a muchos intelectuales hacia Europa, todavía están vivas las vanguardias, pero en Ana Cristina Cesar el existencialismo se muestra en algunos de sus poemas.

     Fue una mujer adelantada a su época, sus trabajos surgen en la niñez, con su primera publicación a los seis años, después Cenas de abril (1979), Correspondência completa (1979), Luvas de pelica (1980) y A teus pés (1982) su obra comprende ensayos, poemas, cartas, artículos críticos y otros géneros, como una novela de publicación póstuma. Pasa un tiempo en Europa, como traductora de Emily Dickinson, Katherine Mansfield y Sylvia Plath, este encuentro alimentó su melancólica poesía y su búsqueda de sentido:

 Me pregunto aquí si soy loca

Quien quiere sabrá decir

Me pregunto más si soy sana

Y aún más, si soy yo. (Cesar, 1969)[1]

     Ana Cristina Cesar es la poeta que siente la separación entre la cotidiana realidad planeada por el tótem capitalista, y su visión de un ser humano en ruinas, sometiendo, controlando, secuestrando, desapareciendo en cada dictadura del continente, que eran más de diez. Uno de sus poemas más dice:

  Poema obvio

No soy idéntica a mí misma

Soy y no soy al mismo tiempo, en el mismo lugar y bajo el mismo punto de vista/

No soy divina, no tengo causa

No tengo razón de ser ni finalidad propia:

Soy la propia lógica circundante (Cesar, 1969).[2]

 

     Sobre sus heridas vueltas palabra es posible asociarla con la melancolía, en el estudio Duelo y melancolía, Freud habla sobre la extrañeza que sufren algunos sujetos melancólicos al verse en el espejo, ese constante desconocimiento. En ese mismo texto Freud aclara:

“La melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la perdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y auto denigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo […]”.[3]

     La presencia de la escritora en la literatura brasileña de los años setenta es de una importancia, sobresaliente porque abre paso al discurso femenino, y su significación en la sociedad, así escribe: “La mujer ya no se pone sentimental: escupe a los cuatro vientos que ayer se masturbó en la cama y es desafiante, chispeante, peniabierta” (Cesar, El método, p. 91)

      Así mismo deja ver su simpatía por el escritor Charles Baudelaire al hacerlo presente en su obra y mostrar una postura en contra de los prejuicios morales y sociales, elige aquello que la mantienen interesada, como ella le llamaba, “la estrategia liberadora” Es la única mujer en Brasil de esa época que escribe poesía, traduce, observa y se presenta a través de la palabra.

     Esa melancolía que se va volviendo una compañera inseparable se impregna en sus días y en 1983, luego de su curso sobre “Literatura de mujeres en Brasil” viene el periodo más sombrío de su vida que la lleva a una fuerte depresión, tras un intento de suicidio en la playa es internada en una clínica psiquiátrica, luego de un periodo sale y el 29 de octubre de 1983, se suicida lanzándose de la ventana del departamento de sus padres, ubicado en el octavo piso. Tenía tan sólo 31 años. Al día siguiente los diarios nacionales dieron la noticia y la anunciaron como una enorme pérdida para la poesía brasileña y esa afirmación se mantiene, al ser una de las poetas más importante del siglo XX en Brasil. Su acervo está bajo resguardo del Instituto Moreira Salles que promueve el arte y la educación. No hay pruebas de que fue un acto provocado por la melancolía, sin embargo, se trata de poner en claro que esa constante conducta puede ser parte de los factores que llevan a tomar esa decisión.      




[3] Galileo Becerril Vargas, La melancolía: entre la psicosis y el suicidio, Universidad Pablo Guardado Chávez, México, 2024, p.3.




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