Escritora,
comunicóloga y activista española nacida en 1977 doctorada en humanidades y comunicación
visual, Coral centra su trabajo en la lucha feminista libertaria y pacifista desentrañando
la significación de los mitos en torno al amor romántico. Entre sus libros más representativos están: Mujeres que ya no sufren por
amor; Cómo disfrutar del amor; Dueña de mi amor; Hombres que ya no sufren por
amor; Bodas reales, bodas patriarcales; Bodas diversas y amores queer; Más allá
de las etiquetas. Dentro de su trabajo también incluye, cursos,
conferencias, artículos en diferentes revistas. Su tesis doctoral titulada “La
construcción sociocultural del amor romántico” es un aporte liberador que
permite la reflexión y el entendimiento acerca de lo que se entiende sobre él,
por medio de este análisis aclara el significado y las practicas del amor
que se imponen desde el contexto social, familiar y cultural.
Tan sólo para iniciar con el tema, el mito
de la media naranja que nos coloca como seres incompletos en la búsqueda de una pareja ideal para sentirnos plenos, es
un ejemplo del amor romántico, luego, podemos citar los celos, la pasión
eterna, el amor debe doler, ideas excesivas y condicionantes en forma negativa, pero si damos
una mirada al entorno cultural podemos percibir algunas señales de cómo fue posible
el aumento de los mitos, estamos rodeados de una constante hipersexualización,
esto es centrar la atención en los atributos sexuales, desde canciones, novelas, poemas, anuncios de
todo tipo de productos, hasta el enorme listado de series y películas cuyo tema
reitera las formas en que “debe” ser el amor desde el engaño propagandístico
que impone la cultura.
Todo lo anterior deja de lado los elementos reales que nutren el amor, recordemos, los pilares son: Compromiso que suele confundirse con el dominio y la obsesión, intimidad y pasión. Estas bases en un vínculo se reafirman por nexos generados día a día, con ello se desencadenan reacciones químicas, hormonales, físicas, capaces de fortalecer los sentimientos mutuos, cuando no se tienen estas condiciones pronto se evidencia el desencanto, como en el caso de los amores virtuales o relaciones sentimentales cibernéticas carentes de contacto físico, risas, y conocimiento del lenguaje no verbal, circunstancias que al final dejan en claro el espejismo.
Los factores determinantes para construir
el amor no son fundamentales desde el escenario romántico, de acuerdo con la
amplia investigación de la escritora, el bombardeo que los medios de
comunicación ejercen en torno al amor sólo contribuyen a reafirmar los
estereotipos, ya que:
En
general, la mitología romántica ha cobrado una importancia fundamental en el
siglo XXI, hasta llegar a adquirir el estatus de utopía colectiva de carácter
emocional. Esta utopía nos presenta el amor como una fuente de felicidad
absoluta y de emociones compartidas que amortiguan la soledad a la que está
condenado el ser humano. En un mundo tan competitivo e individualista como el
nuestro, en el que los grupos se encuentran fragmentados en unidades familiares
básicas, las personas encuentran en el amor romántico la forma de enfrentarse
al mundo. El amor, es, en este sentido, un nexo idealizado de intimidad que se
establece con otra persona y gracias al cual podemos sentir que alguien que nos
escucha, nos apoya incondicionalmente y lucha con nosotros contra los
obstáculos de la vida.[1]
Ante esta realidad azarosa el trabajo de Coral
Herrera es de vital importancia como medio explicativo y de razonamiento para
quien duda sobre lo que busca en una pareja, de igual forma es un tema que
afecta no sólo a mujeres, sino también a hombres influidos por practicas
heredadas, no siempre correctas para fortalecer una conexión. Siendo el amor
un concepto teórico que nos permite elaborar una base ideológica para nuestra
identidad volvamos a retomar la investigación de la escritora que escribe: “El
amor romántico es, en este sentido, un ideal mitificado por la cultura, pero
con una gran carga machista, individualista, y egoísta. A través del amor
romántico se nos enseña a relacionarnos, a reprimir nuestra sexualidad y
orientarla hacia una sola persona. A través de las ficciones que creamos y los
cuentos que nos contamos, aprendemos cómo debe de ser un hombre, y como debe de
ser una mujer, y muchos seguimos estos modelos de masculinidad y feminidad tan
limitados para poder integrarnos felizmente en esta sociedad y encontrar
pareja.”[2]
Su
compromiso con el tema no sólo es a través de la escritura, en 2015 funda una comunidad
llamada “El laboratorio del amor” espacio de acompañamiento y análisis, en
dicha plataforma se encuentran talleres y debates centrados en tres ideas:
-
Ningún amor es ilegal
-
Lo romántico es político
-
Otras formas de quererse son posibles
En este sitio tendrás la oportunidad de revisar diversos artículos, testimonios, cursos, una opción en la que puedes comprar un curso para una amiga, hermana, pareja, en fin, para ofrecerlo como regalo y también es posible solicitar beca para tomar un taller enviando correo.
Lo más importante al explorar dichas ideas es
darse la oportunidad de continuar una revisión en torno al amor, ya que, como la
antropóloga Marcela Lagarde en su libro Los cautiverios de las mujeres confirma:
“La experiencia particular está determinada por las condiciones de vida que
incluyen, además, la perspectiva ideológica a partir de la cual cada mujer
tiene conciencia de sí y del mundo, de los límites de su persona y de los
límites de su conocimiento, de su sabiduría, y de los confines de su universo”[3]. Lo cual es la certeza de
que estamos incluidas en una estructura, pero no es exclusiva e inmutable, todo
depende de nuestros alcances en la apertura de conciencia y dirección para
tener en claro ¿Qué tipo de relación queremos construir?
[1] Herrera Gómez, Coral (17 sep. 2021)
La construcción cultural del amor romántico, Haikita, https://haikita.blogspot.com/2012/02/la-construccion-sociocultural-del-amor.html
[2] Ibidem.
[3] Marcela Lagarde, Los cautiverios
de la mujer: Madresposas, monjas, putas. Presas y locas. Universidad Nacional Autónoma de México, 2005,
p.803.
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