Escritora
venezolana cuyo nombre real es Ana Teresa Parra Sanoja. Nace en Paris un 5 de
octubre de 1889, vive una parte de la infancia en Venezuela, su formación
educativa se consolida desde temprana edad, al morir su padre viaja a España y continúa
su educación en un colegio de monjas. Teresa de la Parra rompe con el
estereotipo de mujer burguesa, ella escribe, sus primeros cuentos los firma con el seudónimo de Fru Fru, hasta que
su obra Ifigenia. Diario de una señorita
que escribió porque se fastidiaba, publicada en 1924 le trae reconocimiento,
el libro es descubierto incluso por Unamuno como una obra valiosa porque impulsa
la emancipación, la reflexión crítica de un mundo determinado por el
patriarcado, que genera opresión doméstica, y donde aún el silencio y la
sumisión forman parte de las virtudes femeninas; la escritora retrata de forma precisa los
vicios decadentes de la sociedad venezolana[1] de
finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, periodo histórico
lleno de prejuicios limitantes para las mujeres seguido por dictaduras.
A pesar de vivir algunos años en América y
sentirse venezolana, Teresa de la Parra vuelve a Europa aquejada por la
tuberculosis, una vez instalada en el viejo continente voltea la mirada a su
amada Venezuela y escribe Memorias de
mamá Blanca obra publicada en 1929, en ella se recrea su infancia
privilegiada en una hacienda de caña, el sitio donde creció, y lo emplea para
evidenciar las posturas de la mujer victimizada que dice: “¡Ah! La lastima, la compasión,
la caridad, ¡Cómo nos traban la propia vida y cómo nos la quitan poco a poco,
para repartirla entre todos los que vamos encontrando en el camino!”[2]. Por
llevar a la literatura sus experiencias personales su trabajo literario es asociado
con la novela psicológica, cuyo objetivo es un acercamiento a las
características emocionales de los personajes.
En su narrativa se encuentra con frecuencia la
ironía y el humor, contrario al estilo que solía mantenerse en esa época,
cuando el tono serio era más común. Su obra ensayístico llamada “Influencia de
las mujeres en la formación del alma americana” presentado en 1930 en Bogotá
Colombia, hace posible la revisión de diversos tipos de mujer que participan en
algunos ámbitos de la historia, las observa desde otro enfoque, lleva a la
mujer hacia nuevos paradigmas de análisis, y cuestiona la manera en que debe
comportarse según ha establecido el patriarcado; la Malinche, Sor Juana Inés de
la Cruz y Manuela Sáenz son ejemplo de
esa indómita alma femenina, lo son para dicha autora, quien se distingue
también como una intelectual latinoamericana capaz de romper con la manera
convencional de ser mujer y aceptar su preferencia sexual, cuestión ajena a su labor como escritora, pero que sin duda determinó la pasión
que imprime a su obra, donde muestra su vocación: escribir, invocar las palabras
y hacer de los actos una detallada descripción, una ordenada forma de contar
todos los hechos que suceden tan sólo por ser mujer.
Se le
considera representante del naturalismo y el realismo francés, en otras
ocasiones se clasifica su obra como romántica, el maestro José Luis González considera
que su obra es femenina, yo creo que su obra se puede catalogar como feminista
porque trasgrede los patrones sociales, deja muestra de los comportamientos a
los cuales no se adaptó, su postura es empoderada, ve la grandeza femenina y la
vive. Los últimos años de su vida los compartió con Lydia Cabrera, importante antropóloga
y escritora cubana, su compañera hasta el fin. Teresa de la Parra muere un 23
de abril de 1936 a los 47 años, aquejada por la tuberculosis.
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