miércoles, 31 de agosto de 2016

Emily Dickinson


Emily Elizabeth Dickinson es una poetisa norteamericana que nace un 10 de diciembre de 1830 en el norte de Massachusetts, una de las primeras colonias europeas, por lo tanto su formación estuvo marcada por el puritanismo, más aún siendo su padre pastor y defensor de las más cuadradas ideas calvinistas del siglo XIX.
     Esa presión social ejerce sobre ella una conducta determinante que la aleja del medio social y hace que la metáfora en torno a la muerte se transforme en la temática más recurrente en su obra, único medio por el cual cree que se presenta la paz. Sin duda se trata de una poetisa que muestra rasgos innovadores, el tono que la caracteriza es melancólico, ya que interpreta de forma constante el tedio existencial, la soledad, la lejana libertad que la separa del agobio familiar y social.
     A pesar de lo que opina David Shapiro[1] en su libro Estilos neuróticos donde describe como los impulsos, la personalidad y el entorno de un artista influyen en el desarrollo de un estilo,  donde la transformación de ese persistente modo de crear es una defensa ante el colérico mundo; con respecto a los procesos mentales de Emily, Shapiro la ubica en el estilo paraniode, porque su atención esta centrada en lo próximo, lo interno.
     Lo cierto es que ella no pretendía la fama que por lo regular anhela el escritor, ella buscó en ese ambiente doméstico creado para la mujer, el espacio idóneo para el desarrollo de su temperamento artístico que no era bien visto en las féminas,  tal vez por ello logra una iluminada presencia en la literatura.
    Para Harold Bloom[2] la extrañeza de Dickinson es un rasgo común en los grandes poetas visionarios como Blake y Milton, porque en su poesía esta presente la búsqueda interior, el constante “yo”, también es posible el reconocimiento de ciertos elementos lingüísticos, por el uso de palabras como encantado y sagrado[3], así como el frecuente uso del pronombre ellos, que para algunos autores es característica fundamental de su paranoia. Lo cierto es que ella es de enorme influencia en la poesía moderna norteamericana femenina, pues transgrede el esquema patriarcal del pensamiento lírico de esa época y pone ante nuestros sentidos ese laberinto  interno que muchos años después nos presenta en la narrativa  kafkiana.  Su obra es el refugio desde el cual desobedece  a su realidad, además, se reconoce un papel fundamental y único en la poética por su misteriosa y visionaria manera en la cual empleo el lenguaje.
     Abrumada por los límites que se le imponen en ese ambiente social represor que la rodeo, se refugia en si misma, decide vivir los últimos años en su habitación, no hay una causa única de su aislamiento creciente, se fueron sumando los motivos para que Emily Dickinson cerrara la puerta para resguardarse en brazos de ella misma, arropada por el silencio. Los últimos tres años de su vida no abandona su habitación, permanece rendida en una silla después de la muerte de su sobrino menor. Emily Dickinson parte de este mundo aquejada por el mal de Bright el 15 de mayo de 1886, En vida solo publico seis de sus trabajos, cuando el total de su obra rebasa las mil setecientas composiciones poéticas, les agrado una de las más introspectivas. 


No es necesario ser una estancia para estar encantado,
no hay que ser una casa
 el cerebro tiene corredores que sobrepasan
 el espacio material.

Es mucho mas seguro para un encuentro a media noche,
el fantasma exterior
 que su interior enfrentándose
 al más frío huésped.

Es mucho más seguro correr por una abadía
 persiguiendo las losas
que, desarmado encontrarse con uno mismo
 en un lugar deshabitado.

Uno, escondido tras de sí,
debiera asustarnos mucho más.
 El asesino en nuestra cas oculto
 daría menos terror.
 El cuerpo toma un revolver,
emperna la puerta
olvidando un espectro más aterrador
 y más cercano.[1]



[1] Traducción del Dr. Antonio Fernández Ferrer. 



[1] David Shapiro, Estilos neuróticos, México, Océano, 2008.  
[2] Harold Bloom, El canon occidental, Barcelona, Anagrama, 2002.
[3]  Antonio Fernández Ferrer, La poesía visionaria de Emily Dickinson: La fascinación de su corpus poético, http://www.ugr.es/~afferrer/fascinac.pdf.


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