viernes, 12 de noviembre de 2021

Guadalupe Dueñas

 


Para acercarnos a la vida de la escritora mexicana dedicada al cuento gótico y de ficción, hay que destacar la importancia de la infancia en su obra, varias de sus principales narraciones tienen como origen alguna anécdota en la cual ella ve de cerca una realidad que nos parece ficción. Nace el 19 de octubre de 1910 en Guadalajara, su formación académica la realiza en la UNAM. Su obra no es extensa, sin embargo, eso no le resta inventiva y desenlaces inesperados que agregan mayor valor a su literatura, el primer libro que publica es en 1954 bajo el nombre de Las ratas y otros cuentos; luego en el 1958 el Fondo de Cultura Económica distribuye Tiene la noche un árbol. En 1976 el libro No moriré del todo; en 1977 Imaginaciones reúne pequeños retratos literarios biográficos sobre personalidades de la cultura, su última entrega es en 1991 el libro Antes del silencio promovido nuevamente por el FCE.

    Entonces ¿Qué es la infancia para la literatura? ¿Un oasis que alivia la sedienta herida de lo que se vivió? ¿Aquello que se recuerda y frente a la hoja en blanco se vuelve el confidente? para cada escritora es algo diferente, lo cierto es que esas experiencias son capaces de crear una obra literaria donde se logra eternizar el momento de lo inexplicable, todo aquello que, por más absurdo que parezca presenció de cerca, ejemplo de ello es “Historia de Mariquita” cuento de la antología Tiene la noche un árbol, en donde la trama de horror cuya incertidumbre en torno al personaje principal va aclarándose por la narradora: “Claro está que el secreto lo guardamos en familia. Fueron muy raras las personas que llegaron a descubrirlo y ninguna de éstas perduró en nuestra amistad”[1]  

         Entonces la niñez deja de ser aquel ambiente cálido, repleto de juegos para convertirse en una zona de exploración al mundo de los adultos, donde se reta a la fantasía dejando espacio para lo inusual, un cuento representativo es “Zapatos para toda la vida” del libro ya antes mencionado en el cual la escritora expresa una punzante reflexión en torno a la llegada de cientos de zapatos que no son elegidos, sino asignados, así replica: “He inventado pasos que doblan el desgaste, pero estoy muriendo. Sus lengüetas asesinas me atormentan y las suelas se incendian con mi calentura, no hay manera de acabar con esta plaga”.[2]   

      Es la recreación de los sucesos cotidianos lo que identifica la obra de Guadalupe Dueñas, con una mezcolanza de fantasía y desamparo. La profesora Elena Calderón de Cuervo en su ensayo “ El tiempo en los cuentos de Guadalupe Dueñas: un intento de teorización” comenta: "Este carácter retrospectivo, que hace del cuento una recapitulación, pertenece a su esencia recurrente y muestra en el género, como una característica que lo define en su temporalidad, la vigencia de un pasado activo”.[3] Es justo esa insistencia en lo vivido y su irrevocable influencia en la visión de la escritora lo que persiste, llevando su trabajo hacia rasgos oscuros, además de poner especial atención a los aspectos femeninos, así se refleja en algunos detalles de “Judit” que cuenta una pasión no aceptada, unos celos malignos, un plan traicionero orientado a permitirle hacer daño sin lamentarlo. La crudeza de los actos y el horror de su constancia consiguen un amplio desarrollo, como un lunar que la distingue de otras narraciones mexicanas. La escritora fallece en la ciudad de México el 13 de enero de 2002, dejando con su trabajo la inquietante circunstancia de una mujer que exploró su entorno y le dio forma en su  creatividad entremezclada con la soledad.





[1] Guadalupe Dueñas, Tiene la noche un árbol, México, FCE, 1985. p. 25.

[2] Ibíd., p. 70.

[3] Elena Calderón de Cuervo, EL tiempo en los cuentos de Guadalupe Dueñas; un intento de teorización. P.2. https://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/16046/12-calderon-revlitmod17-84.pdf  


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