Escritora
estadounidense nacida el 25 de marzo de 1925 en Savannah, Georgia, uno de los
nueve estados pertenecientes al cinturón bíblico que nos permite conocer la
realidad sociocultural racista y religiosa en la cual surge su trabajo literario, este ambiente de
protestantes reformistas centrados en desentrañar el significado de los relatos
de la biblia para obtener la guía de su Dios atraen la visión de la escritora, influenciada
por el catolicismo, expone los excesos del entusiasmo religioso, ella comentó que su ficción se basa en el dogma.
Se graduó en Estudios Sociales en el Georgia
State College for Women, estudios que le permiten ampliar su visión sobre
su contexto; de 1945 a 1947 fue alumna del Iowa Writers’ Workshop donde
tuvo maestros como Paul Engle y Robert Penn Warren, durante esos años descubre
y desarrolla su vocación literaria, por ello deja sus estudios de Periodismo y comienza
a estudiar artes creativas (Fine Arts) es en ese momento cuando comienza a publicar.
El Geranio es el primero de sus cuentos, mismo que muestra una narrativa
invadida de realidad persistente:
Llevaba
allí una semana cuando el negro se mudó. Ese jueves, cuando se asomó a la puerta
para mirar por los corredores largos como pistas para pasear perros, vio al negro
entrar en el apartamento de al lado. Llevaba un traje gris mil rayas, y una corbata
color habano. El cuello duro y blanco le dibujaba una línea bien definida en la
piel. Los zapatos relucientes también eran color habano a juego con la corbata
y la piel. El viejo Dudley se rascó la cabeza. No sabía que la gente que vivía
apretada en un edificio pudiera pagarse un sirviente. Rió entre dientes. Para
lo que les iba a servir un negro endomingado. A lo mejor este negro conocía el
campo de los alrededores... o a lo mejor sabía cómo se llegaba al campo. En una
de esas podían ir de caza. Podían buscar un arroyo en alguna parte. Cerró la
puerta y fue al cuarto de la hija.
—¡Oye! —le gritó—, los
d'aquí al lao tienen un negro. Será pa que limpie. ¿Tú crees que lo van a hacer
venir to los días? Sin dejar de hacer la cama, su hija levantó la cabeza y le
preguntó: —¿Se puede saber de qué me estás hablando? —Digo que los d'aquí al
lao tienen un criado, un negro, va to endomingao.[1]
Como escritora forma parte del “Renacimiento
del sur” de las letras estadounidenses, nombrado así al movimiento que surge a
partir de los años 30 del siglo XX, cuyas representantes más destacadas son: Eudora
Welty, Ellen Glasgow, Katherine Anne Porter y Shirley Ann Grau. Su obra mantiene
dos elementos de forma constante: su identidad como sureña y la formación
católica, pero esta influencia religiosa no le cegaba de ninguna manera, por el
contrario, su conocimiento de los preceptos le permiten cuestionar la moralidad
de un entorno viciado por la diferencia de clases en el sur de Estados Unidos,
cuya dolorosa historia está manchada de sangre y dolor de los afroamericanos.
Escribe a lo largo de su corta vida dos
novelas, Sangre sabia de 1952 y Los violentos lo arrebatan de
1960, además de dos antologías de cuentos, una de ellas Un hombre bueno es
difícil de encontrar publicada en 1955 y la otra fue una obra póstuma, Todo
lo que asciende tiene que converger editada en 1965. Todo su trabajo
literario presenta el lenguaje propio de los estados del sur, con acento, sin
ser un dialecto pero que deja en claro el estatus de los personajes, por ejemplo,
en su brillante cuento Un hombre bueno es difícil de encontrar un
ejemplo en la voz de la abuela al decir: “—En mis tiempos —dijo la abuela
entrecruzando los dedos, delgados y venosos—, los niños tenían más respeto por
su estado natal y por sus padres y por to lo demás. La gente era buena
entonces. ¡Oh, mirar qué negrito más mono! —Y señaló a un niño negro plantado
ante la puerta de una choza—. Qué estampa más bonita, ¿verdá?”[2]
O’connor mira al hombre en tres aspectos:
el hombre que reconoce lo espiritual en sí, el hombre que ve a un creador
lejano a él y el hombre moderno que no cree en nada, pero busca de forma
insaciable encontrar ese ser divino, en su trabajo literario representa estos
tipos de personajes y asegura que el escritor “Siempre debe ser fiel a su labor
y reflejar lo que ve y escribir por el bien de lo que está viendo”[3] Para ello destacan los
tres modos de visión que emplea: el alegórico que desarrolla conceptos
espirituales, el tropológico para el nivel moral y el anagógico que mantiene una
finalidad, tal cual sucede con las sagradas escrituras. Todos sus cuentos van
de una anécdota cotidiana a una exposición de personalidades antagonistas,
grotescas, siempre abordando temas existenciales, en la esfera de sus realidades
que no les permiten ver más allá, otro rasgo persistente es el uso del sarcasmo
para plantear las situaciones más inesperadas y asombrosas en el desenlace de
sus personajes.
Fallece
el 3 de agosto de 1964 por causa de un persistente problema de lupus a los 39
años. De manera póstuma se reúnen sus obras en una edición y es merecedora del “Premio
Nacional de Libros de Ficción de Estados Unidos” en 1972, obtenido por la
profunda revisión social que plantea al poner en tela de juicio las arraigadas
costumbres de toda una región.
[1] Flannery
O’connor, Cuentos completos, http://www.ignaciodarnaude.com/textos_diversos/Oconnor,Flannery,Cuentos%20completos.pdf,
p. 12.
[2]
Flannery O’connor, Cuentos completos, http://www.ignaciodarnaude.com/textos_diversos/Oconnor,Flannery,Cuentos%20completos.pdf,
p. 101.
[3]
Flannery O’connor, Mystery and Manners, 178.
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