domingo, 20 de febrero de 2022

Josefina Vicens

 





¿Cuántos libros debe publicar una escritora para ser reconocida? ¿Cuánta carrera intelectual se debe cumplir para alcanzar los requisitos de ser considerada artista de las letras? Claro que son preguntas retóricas porque el trabajo de las mujeres creadoras toma rumbos siempre marcados por su condición existencial, en este caso Josefina Vicens es un brillante ejemplo de una ruta alterna para llegar a la literaria. Ella fue escritora, guionista, crítica de cine, cronista taurina, periodista mexicana nacida en Tabasco el 23 de noviembre de 1911, su madre mexicana, su padre español y la necesidad de integrarse al mercado laboral para ayudar con la familia la hacen concluir una carrera comercial, así que su ocupación literaria fue hecha de forma autodidacta. Casada con un amigo homosexual, como parte de una muy buena fachada para ambos que tenían preferencias sexuales diferentes a la mayoría.

     Los años laborales la llevan a emplearse como secretaria en las oficinas de Transportes México-Puebla, para luego integrarse con el mismo puesto en el Departamento Agrario cuya estancia la hace entrar en contacto con el sitio donde trabajaría posteriormente, la Confederación Nacional Campesina, en ella ejerce el cargo de Secretaria de Acción Femenil que dio lugar a las ligas femeninas y desde esa tribuna comenzó a impulsar la igualdad de condiciones en el ámbito laboral, por esta ruta es como llega a la Academia Mexicana de Artes y Ciencias, ya como una reconocida guionista y después con un puesto en la Sociedad Nacional de Escritores de México, para el cual se sumó su experiencia en el periodismo como es notorio su desempeño laboral no comienza en el área literaria, sin embargo, parte de su trabajo en cada uno de sus empleos fue escribir y analizar. En su basta trayectoria emplea seudónimos masculinos para publicar crónicas taurinas bajo el nombre de Pepe Faroles; luego los artículos sobre política los firma como José García y los temas sobre feminismo se los deja a Diógenes García, como jugando con su identidad la peque, como le llamaban, recurre a muchos nombres para registrar su ingreso al trabajo, un día era Cleopatra, otro Ana Karenina y por medio de este uso del lenguaje busca sacar de las necesidades laborales el registro de los nombres en la entrada al trabajo.

     Con su particular estilo desarrolla temas que le importan y en el contexto literario centra su atención en la identidad, tal vez para desentrañar una parte de ella misma. Su estilo no cabe en ninguna corriente literaria del siglo XX.  Sus dos únicas novelas están separadas por 24 años la primera fue El libro vacío (1958) por la cual recibe el premio Xavier Villaurrutia ese mismo año de la publicación, en este trabajo el personaje principal hace un recorrido por sus vivencias para liberar la frustración que lo habita debido a su obsesión por la escritura, y haciendo un repaso de sí mismo el protagonista dice:

Recuerdo, por ejemplo, mi decisión de ser marino. Nada en el mundo me hará cambiar de idea -pensaba yo entonces-. (…) Mi padre, en cambio, pronunció un dramático discurso del que sólo pude entender que yo era el único hijo hombre, la esperanza de su vejez y el protector de mis hermanas. Recuerdo que a medida que mi padre hablaba me invadía una especie de asfixia: por lo que sentí el horror de estar encarcelado, condenado sin remedio[1]

     Se trata de una novela que acumula los deberes de los hombres, pero también de las mujeres y los desarrolla en una brillante muestra de identidades presentes en los años 50 dentro de la sociedad mexicana. Sobre Los años falsos (1982) la muerte es un tema presente, como un hilo conductor apoyado de la soledad, la lucha de géneros y, sobre todo, la imposibilidad de alcanzarse a sí mismo, otra gran escritora opina sobre esta obra: “Desentraña la artificialidad de la realidad. Habla de cómo nos hacemos en la infancia, de cómo suena el lenguaje y se leen los gestos de los demás a los ocho, diez, doce años. De como nos enseñan a querer, a entender, pese a que dentro de nosotros hay una sabiduría que se va viendo maniatada, asfixiada. De como la vida, que sabemos maravillosa, con una fresca naturalidad, se convierte en una barroca mediocridad”[2]

    Así que, de vuelta a las preguntas iniciales, las respuestas son muy amplias, pero básicamente el número de publicaciones no hace imprescindible la obra de una escritora y tampoco la carrera con la cual decide conseguir recursos para cubrir sus necesidades, lo importante para que una escritora se distinga siempre será la búsqueda de una perspectiva que permita plantear un tema mucha veces utilizado, pero desarrollado de forma fenomenal y sorprendente, tal cual lo hizo Josefina Vicens, quien fallece en la ciudad de México el 22 de noviembre de 1988.








[1] Josefina Vicens, El Libro vacío, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, p.73.

[2] María Luisa Puga, “El hecho brutal en la escritura de Josefina Vicens” Hojas Sueltas, revista trimestral, México, 1984. Núm.14,


jueves, 3 de febrero de 2022

Ana Teresa Torres

 


Novelista, investigadora, cronista, psicóloga  y profesora venezolana nacida en Caracas el 6 de julio de 1945, pasa sus años de adolescencia en Madrid, después de la muerte de su madre, pero en 1964 vuelve a Caracas y se gradúa en psicología en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) es fundadora de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, por varios años ejerce dos profesiones, hasta que con “Retrato frente al mar” recibe el premio de cuentos anual del diario El Nacional en 1984 y se decide por la escritura.

      A partir de entonces cosecha un buen número de reconocimientos que sólo confirman su destacada importancia en el arte verbal, todo su trabajo literario centra la atención en la voz femenina en medio de diversos contextos históricos, así como en la naturaleza social de la sociedad caraqueña. Su primera novela es El exilio del tiempo escrita en 1990, a esta le siguen Doña Inés contra el olvido publicada en 1992, novela histórica que recibe el premio Pegasus de literatura 1998 a la mejor novela venezolana de la década, la autora ha reconocido que se inspiró en la obra Noticias del imperio del mexicano Fernando del Paso. En ella se da a la tarea de inspeccionar por medio de su personaje principal, Doña Inés, su acercamiento a la historia de su natal Venezuela, acentuando el papel de la mujer en los procesos históricos ante lo cual dice: “El problema no se mitiga escribiendo una novela en la cual la protagonista sea una heroica y maravillosa mujer. No, no tiene nada que ver con eso. La historia de la que estoy hablando no es de las grandes batallas, ni de las independencias y revoluciones, a la que tan aficionados somos los latinoamericanos. La historia es ese tejido social que atraviesa la reproducción y creación cotidiana de la vida que ocurre todos los días”.[1]

     Estos rasgos en su narrativa se ubican dentro de los discursos de la intrahistoria definida esta: “Como una visión de la historia desde los márgenes del poder y tiene como protagonistas a personajes cuya tensión entre espacio de experiencia o habitus y horizonte de espera resulta en una conciencia del subalterno de un pasado y de un futuro muy distante a los de la historia oficial”.[2]  Después su libro Malena de cinco mundos escrita en 1997 juega con el tema de la reencarnación y lleva a su personaje por cinco momentos históricos; en 1999 Los últimos espectadores del acorazado Potemkin es merecedora del premio municipal de narrativa del Distrito Federal y es finalista del certamen Rómulo Gallegos; el libro donde se recopilan sus ensayos A beneficio de inventario es publicado en el 2000 y en 2001 publica la novela erótica La favorita del señor; ese mismo año recibe el prestigiado Premio Anna Seghers otorgado por su amplia trayectoria e importancia.

     En el año 2006 publica su novela distópica Nocturama, donde centra su atención en la identidad desgarrada de Ulises Zero en medio de un infierno citadino, sombrío, sin memoria. Hay análisis de esta novela que ven claramente una alegoría decadente de la nación venezolana en sus alusiones, con un futuro poco prometedor. Dos años después, en 2008 nos presenta una saga policial llamada La fascinación de la víctima, como muestra de su gran versatilidad imaginativa, pero sin dejar de lado sus temáticas centrales.

      Sobre la historia de las ideas de su país escribe en 2009 el libro La herencia de la tribu. Del mito de independencia a la Revolución Bolivariana su aporte en este trabajo analiza con base psicológica aspectos político-histórico que busca desentrañar las causas de las actuales circunstancias políticas del pueblo venezolano en las cuales se entremezclan el mito bolivariano y el mito democrático pero sobre todo remarca la importancia que tuvo el discurso chavista en el convencimiento de la población que lo siguió, el desencanto de la clase media, y el éxodo de un porcentaje importante de población trabajadora. La escribana del viento es una novela del 2013 centrada en un acontecimiento ocurrido en el siglo XVII en contra del obispo fray Mauro de Tovar.

    Esa misma voluntad extrema en su comprometida escritura se complementa con sus artículos en prensa y diversas acciones de resistencia de la sociedad civil en la asociación “Gente de la cultura” y “Pen Venezuela”, frente al régimen instaurado en su país, parte de esa aportación es su emblemático libro Diario en ruinas que va de 1998-2017 y cuya característica es acercarnos a la realidad venezolana por medio de su crónica bien condimentada de realismo en torno a la situación política de esa nación. En este libro ella va narrando desde las elecciones de 1998, como el ambiente y la expectativa que se crea en torno al régimen chavista se va transformando en algo más allá del aspecto dictatorial, hasta llegar al totalitarismo mafioso que ignora toda institución existente para instaurar un descarado saqueo en manos de unos pocos. En Diario en ruinas reflexiona:

 No sé si alguien habrá llevado la cuenta de todas las instancias creadas desde 1999; de todos los ministerios, viceministros, estados mayores, de todas las misiones, propósitos, proyectos, iniciativas, estructuras y subestructuras urbanas y rurales arrumbadas y olvidadas en el gran archivo de la nada. Valdría la pena el listado, por ejemplo, la ruta de la empanada, las arepas socialistas, o el cultivo organopónico (o hidropónico) en la avenida México de Caracas y también el eje Orinoco-Apure; el proyecto bandera de Jorge Giordani. Nadie cree ya en nada de eso. [3]

     Ana Teresa Torres demuestra con su trabajo la responsabilidad de los intelectuales frente a los movimientos sociales que agobian una sociedad, y por lo mismo comenta: “El compromiso del escritor radica en que es un ciudadano. No tiene una obligación distinta a la del resto. En nuestro caso, que es el que nos interesa ahora, creo que, en general, los intelectuales han demostrado mucho compromiso, han tenido una actuación permanente con respecto a la situación del país”.[4]

    El pesar que vive su gente lo retrata como fiel reportera de los días que agobian Venezuela por la meritocracia y la elite corrupta urgida por apoderarse de los recursos naturales: en uno de sus escritos y firmado por muchos otros escritores “Libertad bajo palabra. Gente del Libro” en El Nacional el 19 de julio de 2017 nos recuerdan: “Nos encontramos, insistimos, en los días más difíciles de la República. Las enfermedades han regresado a las salas de nuestras casas; la miseria humana recorre nuestras calles y avenidas, mostrando lo peor de nosotros mismos. Pero aun en este tiempo, nos sostenemos en las luchas libradas a través de la palabra por nuestros ancestros […] Es necesario enfrentar la militarización de la sociedad, a los arrebatados de siempre en nuestra historia, los peores entre nosotros”. [5] No dudes en aproximarte a su palabra, a su reflexión y análisis, porque estarás acercándote a un conocimiento más real y fundamentado sobre una de las realidades más golpeadas de nuestra América Latina. 

 




[2] Luz Marina Rivas, La novela intrahistórica: Tres miradas femeninas de la historia venezolana. Ediciones el otro, el mismo. Mérida Venezuela, 2004. p.88.

[4] Diego Arroyo Gil, Entrevista con Ana Teresa Torres, ¿“Cómo se recompone una sociedad que se ha acostumbrado a que cualquier crimen es posible?” Runrun es. Jul. 05,2016.https://runrun.es/investigacion/269278/ana-teresa-torres-como-se-recompone-una-sociedad-que-se-ha-acostumbrado-a-que-cualquier-crimen-es-posible/


domingo, 16 de enero de 2022

Briceida Cuevas Cob

 


¿Cómo será nacer en una realidad que no tiene determinada el estilo de vida neoliberal de crecer, estudiar, terminar una carrera y conseguir un empleo con horario establecido, o ampliado de acuerdo con las exigencias de la empresa? y así hasta obtener los beneficios de un contexto creado en torno al dinero con el cual llegará la casa, el auto, el estatus para consumir una y mil veces lo que la publicidad nos salpica en la cara a través de los medios de comunicación. Es muy seguro que eso no es algo que las comunidades indígenas tengan presente, hoy nos acercaremos a una escritora en lengua originaria, apenas como una introducción a este estilo y género.

     Ella crece dentro de una comunidad maya, ahí siembra su identidad con cada relato y enseñanza de los ancianos, de las historias propias de todos los representantes mayas en su vida y en su historia. Florece aferrada a la tierra, sus ciclos, sus raíces con la naturaleza y la veneración de ella: el sol, la lluvia, los frutos de su cosecha, el viento, la enorme influencia de todo ello da forma a su cosmovisión.

     Briceida Cuevas Cob nace en Tepakán, en el estado de Campeche el 12 de julio de 1969, hizo estudios de comercio, fue asesora lingüística en el Instituto Estatal de la Educación para Adultos (IEEA) como responsable del programa de alfabetización, además es una de las fundadoras de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas de México espacio por medio del cual se impulsa la resignificación de las identidades de los pueblos indígenas y su representación en la literatura. En México tenemos poetas: mayas, zapotecas, nahuas, tsotsiles, mixtecas, otomíes, purépechas, mazatecas, seris y yoremes. Ella tiene en su bibliografía los libros El quejido del perro en su existencia de 1995; Como el sol publicado en 1998; Del dobladillo de mi ropa poemario publicado en 2008 y Escribiendo la lluvia de 2011.  

     La poetisa Briceida Cuevas Cob escribe en su natal lengua maya yucateco, su poesía es breve por lo regular, con ella da a conocer sus inquietudes, sus cotidianidades, sus modos de ver el mundo que construye en torno a su herencia, mezcla la forma de la tradición oral con la forma de escribir de esa comunidad para dar origen a su estilo:

                           Muestra la casa sus costillas

                          humedecidas por el frío.    

                          De sus cabellos de palma

                          gotean resquicios de alegrías.[1]

 Claro, en la literatura de los pueblos originarios la naturaleza es un escenario primordial en sus metáforas y figuras retóricas cuya presencia deja en claro una forma de ver diferente a la que conocemos en la ciudad. En su memoria se abrigan los detalles que el viento le da a conocer en cada parte de sus etapas, en su historia tan golpeada, en su discurso nutrido de los relatos ancestrales y cada una de las criaturas que forman ese entorno. Otros instrumentos empleados para su poesía son son símbolos destacados en su cultura: el sol y la luna:                       

                           Pinta la luna las tumbas del camposanto

   que ha comenzado a masticar la maleza.

   El búho

   ensaya un canto a la vida.

   Se niega a presagiar su propia muerte[2].

     Pero sin duda, en la poética de Briceida persiste la voz femenina, el sentir de mujer es su más importante figura ontológica por medio de la cual niega y a su vez reafirma su presencia abrazada a los versos donde se ve la analogía con la tierra y algunas menciones sobre estereotipos determinados desde el patriarcado y la religión dogmática:

   ¿dónde te hallas cuando al parir se desprenden

   con dolor mis entrañas?

   ¿Dónde te encuentras, Eva?

   ¿Desde qué nube acechas a que me resbale

   por la cáscara del plátano que tiraste

   en mi camino?[3]

          Como nos han aclarado los estudios etnológicos el pensamiento indígena se aleja de la lógica gestada en la sociedad que conocemos, podemos verlo claramente en la poesía de Briceida pintada de creencias, mitos, rituales, lo intuitivo y lo fundacional donde cada elemento natural es parte vital y mágica en cada momento, todo ello se lleva a las palabras valoradas como un medio significativo cuyo efecto vigoriza el pasado, el presente y el futuro:

   Me pica y repica la lengua ortigosa de las mujeres.

   ¡Qué me importa!

   ¡No siento dolor!

   Me inserta y reinserta en la espalda sus ojos chukumes*[4] los

   [hombres.

   ¡Qué me importa!

   ¡Yo te amo con mis huesos!

   ¿Qué diablos me importa si tu amor va hasta el infierno,

   si a tu lado voy?[5]

     Briceida Cuevas Cob es una representante de la amplia lista de mujeres indígenas en la literatura, que con fuerza y determinación prueban su brío apoyadas por editoriales estatales o emergentes para recorrer el camino junto a sus versos y permitirnos a los mestizos conocer sus propuestas y cosmovisión.


  

[1] Cuevas Cob, Briceida, Ti’ u billil in nook’/Del dobladillo de mi ropa, México, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas., México 2008. https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/37201/letras_cdi_dobladillo_ropa.pdf

[2] Ibíd.

[3] Cuevas Cob, Briceida, Je’ Bix k’in. Como el sol, México, Instituto Nacional Indigenista, Letras mayas contemporáneas, 3ra serie, vol. 1, 1998.

[4] Cierto espino grueso como tachuelas.

[5] Cuevas Cob, Briceida, Ti’ u billil in nook’/Del dobladillo de mi ropa, México, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas., México 2008. https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/37201/letras_cdi_dobladillo_ropa.pdf  

 


sábado, 8 de enero de 2022

Yoko Ogawa

 

En la actualidad los obstáculos a los que se enfrenta la mujer japonesa se confirman en sus rutinas, dentro del seno familiar y en todas las relaciones sociales, como ejemplo, ella necesita demostrar más que cualquier hombre para adquirir lo mismo y su éxito exige muchas pérdidas, a las cuales los hombres no tienen que hacer frente. Si una mujer no cumple las características que la sociedad entiende como femeninas, su respeto se ve amenazado, así como su valor y autoestima. La vinculación de la mujer con la sumisión o la maternidad obstaculiza a quienes se oponen a depender de un hombre o a quienes no desean ser madres o quieren abortar, de hecho, las mujeres que han logrado una carrera profesional provienen de familias de nivel sociocultural alto.

     Por ello, abordar temáticas de la literatura japonesa es dejar expuesta la desigualdad, en la aportación hecha por la narrativa femenina se revela esta situación en cuestiones de género. La historia de Japón está influenciada por el sintoísmo, el budismo y el confucianismo que condicionó el pensamiento y las costumbres, ubicando a la mujer en un plano inferior al hombre al preservar una imagen impura de ella, siendo esto un freno pues hacen frente a múltiples problemas, no sólo para superar las barreras laborales que siguen prevaleciendo, sino para luchar contra todos los estereotipos que se han creado en torno a sus cuerpos, caracteres e incluso en la forma de llevar sus vidas.[1] Lo antes dicho, nos permite acercarnos a esta escritora, conocer un poco sobre su postura transgresora dentro de dicha cultura. 

     Yoko Ogawa nace el 30 de marzo de 1962 en la prefectura de Okayama, se gradúa en la Facultad de Literatura de la Universidad de Waseda en 1988, cuenta con una amplia trayectoria durante la cual ha sido reconocida por varios de sus trabajos, con su primera publicación, Desintegración de la mariposa ganó el Premio novato de Literatura en 1988; El embarazo de mi hermana obtuvo el Premio Akutagawa en 1990; La fórmula preferida del profesor el Premio Yomiuri de literatura en 2004; Premio Tanizaki por La niña que iba en hipopótamo a la escuela en 2006; Premio Shirley Jackson por La piscina en 2008; Independent Foreign Fiction Prize por Revenge: Eleven Dark Tales en 2014 y cuya traducción al español aún no se realiza, de hecho eso es algo que se observa en cierta literatura japonesa femenina con temáticas que denuncian su cultura, las traducciones al español no son tan frecuentes a pesar de que pueden fácilmente encontrar un mercado potencial en Latinoamérica y los libros traducidos suelen ser de elevado costo.

     El trabajo literario de Yoko Ogawa revela un tono crítico en la voz de sus protagonistas, rebeldes, atípicas y modernas que representan las ideas, situaciones y el objetivo de muchas mujeres japonesas, por lo regular en contextos relacionados con su feminidad como la maternidad, las relaciones de pareja, así como las aspiraciones y verdaderas inquietudes relacionadas con la identidad. Su obra mantiene elementos ficticios muy importantes por medio de los cuales derriba modelos y cuestiona los roles asignados, en contraparte con la independencia de la mujer y lo que esto genera, dando evidencia del desamparo en el contexto donde viven.

     Es tal la ofensa al romper las formas establecidas que las relaciones de familia se quebrantan sin duda, antes que aceptar algo fuera de lo señalado, un ejemplo, en su libro La fórmula preferida del profesor la autora escribe: “Aunque a ambas nos unía el hecho de ser madres solteras, o precisamente por eso, no hubo modo de apaciguar el enfado de mi madre. Era una indignación transida por gritos de dolor y de pena. Su emoción era tan violenta que yo era prácticamente incapaz de saber cómo me sentía realmente. Pasada la vigésimo segunda semana de embarazo, me marché de casa. A partir de entonces, perdí todo contacto con ella.”[2]

        Dentro de la industria del entretenimiento en las historietas o manga se puede ver esa sociedad industrializada donde la cultura patriarcal impera y determina un modelo de belleza idealizado y al mismo tiempo vacío, listo para su consumo, tan popular en las nuevas generaciones que, sin tener pleno conocimiento de la representación tan cosificada de la mujer, la aceptan. La doctora en estudios de género Aurora Méndez Martínez afirma: “El arte es un instrumento imprescindible para conocer la cultura de una sociedad”[1] por medio de él es posible ver a profundidad las problemáticas del contexto, los roles de género, el grado de sexualización, las formas pasivas de la violencia, aunque a veces no son nada tibias, sin embargo, el trabajo de Ogawa muestra aspectos femeninos diferentes pues sus protagonistas son dueñas de un pensamiento crítico, analítico y emocional lejano a lo que se impone. Si estás interesada en la cultura japonesa y quieres aprender sobre la realidad de la mujer en ese país comienza acercándote a la literatura de Yoko Ogawa para que tu perspectiva sea más amplia al respecto. En las notas al pie encontrarás el link de uno de los libros de la autora, espero lo disfrutes.



[1] Aurora Méndez Martínez, “Una perspectiva de género sobre la sociedad japonesa a través del arte: Aida Makoto” Ambigua, Revista de Investigaciones sobre Género y Estudios Culturales, n.º 4, 2017, pp. 58-87. Universidad Complutense de Madrid.


[1] Rocío García, La mujer de Yoko Ogawa, “Asiadémica”, Revista Universitaria de estudios sobre Asia Oriental # 08, año 2016.  

[3] Aurora Méndez Martínez, “Una perspectiva de género sobre la sociedad japonesa a través del arte: Aida Makoto” Ambigua, Revista de Investigaciones sobre Género y Estudios Culturales, n.º 4, 2017, pp. 58-87. Universidad Complutense de Madrid.


viernes, 31 de diciembre de 2021

Flannery O’connor

 


Escritora estadounidense nacida el 25 de marzo de 1925 en Savannah, Georgia, uno de los nueve estados pertenecientes al cinturón bíblico que nos permite conocer la realidad sociocultural racista y religiosa en la cual surge su trabajo literario, este ambiente de protestantes reformistas centrados en desentrañar el significado de los relatos de la biblia para obtener la guía de su Dios atraen la visión de la escritora, influenciada por el catolicismo, expone los excesos del entusiasmo religioso, ella comentó que su ficción se basa en el dogma.

     Se graduó en Estudios Sociales en el Georgia State College for Women, estudios que le permiten ampliar su visión sobre su contexto; de 1945 a 1947 fue alumna del Iowa Writers’ Workshop donde tuvo maestros como Paul Engle y Robert Penn Warren, durante esos años descubre y desarrolla su vocación literaria, por ello deja sus estudios de Periodismo y comienza a estudiar artes creativas (Fine Arts) es en ese momento cuando comienza a publicar. El Geranio es el primero de sus cuentos, mismo que muestra una narrativa invadida de realidad persistente:

Llevaba allí una semana cuando el negro se mudó. Ese jueves, cuando se asomó a la puerta para mirar por los corredores largos como pistas para pasear perros, vio al negro entrar en el apartamento de al lado. Llevaba un traje gris mil rayas, y una corbata color habano. El cuello duro y blanco le dibujaba una línea bien definida en la piel. Los zapatos relucientes también eran color habano a juego con la corbata y la piel. El viejo Dudley se rascó la cabeza. No sabía que la gente que vivía apretada en un edificio pudiera pagarse un sirviente. Rió entre dientes. Para lo que les iba a servir un negro endomingado. A lo mejor este negro conocía el campo de los alrededores... o a lo mejor sabía cómo se llegaba al campo. En una de esas podían ir de caza. Podían buscar un arroyo en alguna parte. Cerró la puerta y fue al cuarto de la hija.

—¡Oye! —le gritó—, los d'aquí al lao tienen un negro. Será pa que limpie. ¿Tú crees que lo van a hacer venir to los días? Sin dejar de hacer la cama, su hija levantó la cabeza y le preguntó: —¿Se puede saber de qué me estás hablando? —Digo que los d'aquí al lao tienen un criado, un negro, va to endomingao.[1]

     Como escritora forma parte del “Renacimiento del sur” de las letras estadounidenses, nombrado así al movimiento que surge a partir de los años 30 del siglo XX, cuyas representantes más destacadas son: Eudora Welty, Ellen Glasgow, Katherine Anne Porter y Shirley Ann Grau. Su obra mantiene dos elementos de forma constante: su identidad como sureña y la formación católica, pero esta influencia religiosa no le cegaba de ninguna manera, por el contrario, su conocimiento de los preceptos le permiten cuestionar la moralidad de un entorno viciado por la diferencia de clases en el sur de Estados Unidos, cuya dolorosa historia está manchada de sangre y dolor de los afroamericanos.

     Escribe a lo largo de su corta vida dos novelas, Sangre sabia de 1952 y Los violentos lo arrebatan de 1960, además de dos antologías de cuentos, una de ellas Un hombre bueno es difícil de encontrar publicada en 1955 y la otra fue una obra póstuma, Todo lo que asciende tiene que converger editada en 1965. Todo su trabajo literario presenta el lenguaje propio de los estados del sur, con acento, sin ser un dialecto pero que deja en claro el estatus de los personajes, por ejemplo, en su brillante cuento Un hombre bueno es difícil de encontrar un ejemplo en la voz de la abuela al decir: “—En mis tiempos —dijo la abuela entrecruzando los dedos, delgados y venosos—, los niños tenían más respeto por su estado natal y por sus padres y por to lo demás. La gente era buena entonces. ¡Oh, mirar qué negrito más mono! —Y señaló a un niño negro plantado ante la puerta de una choza—. Qué estampa más bonita, ¿verdá?”[2]

     O’connor mira al hombre en tres aspectos: el hombre que reconoce lo espiritual en sí, el hombre que ve a un creador lejano a él y el hombre moderno que no cree en nada, pero busca de forma insaciable encontrar ese ser divino, en su trabajo literario representa estos tipos de personajes y asegura que el escritor “Siempre debe ser fiel a su labor y reflejar lo que ve y escribir por el bien de lo que está viendo”[3] Para ello destacan los tres modos de visión que emplea: el alegórico que desarrolla conceptos espirituales, el tropológico para el nivel moral y el anagógico que mantiene una finalidad, tal cual sucede con las sagradas escrituras. Todos sus cuentos van de una anécdota cotidiana a una exposición de personalidades antagonistas, grotescas, siempre abordando temas existenciales, en la esfera de sus realidades que no les permiten ver más allá, otro rasgo persistente es el uso del sarcasmo para plantear las situaciones más inesperadas y asombrosas en el desenlace de sus personajes.

      Fallece el 3 de agosto de 1964 por causa de un persistente problema de lupus a los 39 años. De manera póstuma se reúnen sus obras en una edición y es merecedora del “Premio Nacional de Libros de Ficción de Estados Unidos” en 1972, obtenido por la profunda revisión social que plantea al poner en tela de juicio las arraigadas costumbres de toda una región.



[3] Flannery O’connor, Mystery and Manners, 178.


jueves, 16 de diciembre de 2021

Clarice Lispector

 

Chaya Pinkhasovna Lispector, escritora de origen ucraniano nacida el 10 de diciembre de 1920, su familia de origen judío debe salir por la persecución antijudía del imperio ruso, la más cruel hasta ese momento, los “pogroms” palabra rusa que significa devastación total autorizan todo tipo de delitos en su contra, a esto se suma la hambruna, es así que su abuelo fue asesinado, su madre violada y su padre obligado al exilio, sin dinero parten al otro lado del mundo y se instalan en Brasil, llegar a este país representa un alivio, un giro radical y una nueva oportunidad para toda su familia, lo primero que hacen es cambiar sus nombres, es cuando Clarice sustituye al Chaya. Debido a la violación sufrida por un grupo de soldados, su madre contrae sífilis y muere unos años después, cuando Clarice tenía 10 años.

    En 1939, con la ayuda de su padre logra entrar a la Universidad de Brasil en la Facultad de Derecho, donde sólo asistían tres mujeres. Como su interés siempre fueron las letras, buscó hacer colaboraciones a periódicos y revistas, en 1943 muere su padre, posteriormente, en 1944 publica su primera novela, Cerca del corazón salvaje y gana el premio Graça Aranha a la mejor novela de ese año. A partir de ahí escribe otros 17 libros que incluyen, cuento, novela, crónica y libros infantiles.

     Ese mismo año se casa con el diplomático Maury Gurgel Valente al cual acompaña por diversos países durante el tiempo que duró su matrimonio, cuando aconteció la Segunda Guerra Mundial estaban en Italia, ahí hace trabajo de voluntaria ayudando en hospitales a los soldados brasileños Fórga Expedicionária Brasileira (FEB). A lo largo de su vida marital tiene dos hijos y se mantiene publicando de vez en vez. Si bien sabia sobre sus orígenes siempre se consideró brasileña y nunca volvió a Ucrania.

     Pero la vida social a la que estaba obligada la consume, el deterioro afectivo y la infidelidad de su marido despejan el camino para el divorcio, vuelve a Brasil a finales de 1959 con sus hijos, comienza a trabajar como traductora, también como columnista, en ese empleo utilizó seudónimos, el primero fue Tereza Quadros, para su columna “Entre Mulheres” y luego como Helen Palmer en Correio da Manhã, también fue escritora fantasma para la actriz Ilka Soares en la columna “Sólo para mujeres” del Diário da Noite, estos espacios los aprovecho para abordar temas como sensualidad, relaciones de pareja, temas de etiqueta, belleza, incluso recetas y cuestiones de salud.

     El 1961 gana el premio “Carmen Dolores Barbosa” que se otorga al mejor libro del año con la novela La manzana en la oscuridad en este momento de su obra literaria se le compara con Proust, Woolf, Joyce, aunque a ella nunca le gusto que la compararan con otros autores. Su obra está impregnada de brasileraidad, empleada esta palabra como la forma particular de escribir con mezcla de elementos judíos y rasgos culturales de Brasil, otros elementos surrealistas ¿su estilo? No, de hecho, no encaja dentro de ningún estilo, por la época en la cual se desarrolla su obra se le ubica dentro del modernismo, Alfredo Bosi, historiador y crítico literario que elaboró en su Historia Concisa de la Literatura Brasileña un esquema que sitúa a Clarice en la “novela de tensión transfigurada” donde: “El héroe procura sobrepasar el conflicto que lo constituye existencialmente, mediante la transmutación mítica o metafísica de la realidad.”[1] De acuerdo con las investigadoras Vilma Areas y Berta Waldman, Clarice emplea la gramática do chao o "Gramática del suelo": metáfora que alude a las figuraciones de lo abyecto, sucio o degradado.[2]

     Su madurez creativa se amplía una vez instalada en Brasil como mujer soltera, Lazos de familia (1960), La manzana en la oscuridad (1961); La legión extranjera (1964); La mujer que mató a los peces (1968), Aprendizaje o El libro de los placeres (1969) –definida como un canto al amor– colecciones de relatos: Felicidad clandestina (1971) y Agua viva (1973) –un texto extraño e interesante, intimista y lleno de confesiones–; La imitación de la rosa (1973); un libro de narraciones eróticas: Vía Crucis del cuerpo (1973), La vida íntima de Laura (1974) donde se abordan temas tabú para esa época, sexo, homosexualidad, erotismo; Dónde estuviste de noche (1974); antes de morir publica La hora de la estrella (1977), De manera póstuma, aparecen más libros que recopilan relatos y escritos inéditos entre ellos otra novela Un soplo de vida (1978), y dos relevantes volúmenes epistolares, Cartas cercanas al corazón (2001) y Correspondencias (2002); Cuentos completos (2002). En vida no fue una escritora muy reconocida, vendía poco, consecuencia de ello puede ser porque su trabajo no es sencillo de entender, es exquisito, refinado y subjetivo.

     Una de sus anécdotas más extravagantes es su asistencia al primer Congreso Mundial de Brujería, realizado en Bogotá entre el 24 y el 28 de agosto de 1975, al que va invitada por su amiga y escritora Lygia Fagundes Telles, participa sin perder su esencia al decir: “finalmente, lo único que tengo para darles a todos ustedes es apenas mi literatura" así fue que guardó el escrito que había preparado sobre magia y leyó El huevo y la gallina. Dicho cuento parte de la duda filosófica ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina? Para después hacer una propuesta que maneja la analogía entre la gallina y la mujer, en su condición femenina de madre y el huevo como el hijo, la tercera interpretación hace referencia al autor y su obra.[3]    Aprovechando la referencia que los artistas suelen hacer sobre su obra al compararla con un hijo, por el hecho de que la creación propia les permite establecer esa pauta. Esto es apenas un pequeño acercamiento a un cuento, casi toda su obra la puedes encontrar traducida al español y al inglés, además de algunos PDF gratuitos en la red.

     A pesar de haber nacido en el seno de una de las religiones más antiguas Clarice no practicó las costumbres propias del judaísmo, sin embargo, cuando muere, un 9 de diciembre de 1977 es enterrada como judía en un cementerio israelita del barrio Cajú en la ciudad de Rio de Janeiro.   





[1] Alfredo Bosi, Historia concisa de la literatura brasileña, México, Fondo de Cultura Económica, 1980.

[2] Margara Russotto, Encantamiento y compasión: un estudio de "El huevo y la Gallina", Inti: Revista de Literatura Hispánica, volumen 1, Número 43, 1996. https://digitalcommons.providence.edu/inti

[3] Ibidem.


jueves, 9 de diciembre de 2021

Inés Arredondo

 


Escritora mexicana nacida en Culiacán, Sinaloa el 20 de marzo de 1928, inicia sus estudios superiores en la Facultad de Filosofía y Letras en la carrera de Filosofía, sin embargo, las teorías de Friedrich Nietzsche y Søren Kierkegaard le desencadenan una crisis espiritual que la lleva a una depresión cercana al suicidio, con apoyo de su médico, se sobrepone y cambia a la carrera de Letras Hispánicas, misma que concluye y es ahí que comienza su trabajo literario. Su trabajo se reconoce como parte de la Generación de Medio Siglo formada por los más destacados escritores nacidos entre 1920 y 1935 en el país, colaboró en la Revista Mexicana de Literatura como narradora y ensayista, fue investigadora del “Centro Lingüístico” de El Colegio de México. Su obra cuentística se concentra en tres antologías que llevan como nombre: La señal, publicada en 1965, Río subterráneo, que sale a la luz en 1979, libro merecedor del Premio Xavier Villaurrutia y su última publicación Los Espejos, es presentada al público en 1988. A lo largo de toda su narrativa se plantean complejas metáforas sobre la vida, la muerte, la crueldad humana, la violencia, lo sagrado, la insatisfacción, las relaciones incestuosas, la memoria, la existencia de la mujer en variados contextos.

    No es difícil encontrar en la revisión de su trabajo los diversos aspectos de control y vejación hacia la mujer, mucho se ha dicho sobre la profundidad del significado en su narrativa, incluso como denuncia a la violencia familiar de los padres hacia las hijas, misma que se reproduce en las relaciones de pareja, y ante las cuales las protagonistas responden como figuras rescatadas por sus decisiones que van de la culpa a la redención, oponiéndose al destino y conquistando un nuevo rumbo. Como menciona el profesor e investigador Rogelio Arenas Monreal: “el orden al que se enfrentan y del que precisamente intentan liberarse las heroínas de los relatos de esta escritora, es, por lo general, impuesto por el hombre y, a través de éste, por una sociedad falocéntrica que se distingue por su violencia.”[1]

     Si bien es muy interesante como hace el giro sorpresivo de la intimidación a la liberación, hagamos una mención sobre el tema, esta violencia institucionalizada que la escritora describe en su obra me permite recordar un evento anual celebrado el 25 de noviembre como el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer y ¿Cómo se determina este día? el día fue designado en el año de 2000 en honor a la lucha que las hermanas Mirabal realizaron en República Dominicana en contra de la dictadura de Rafael Trujillo y por la cual perdieron la vida en 1960. En realidad se transforma en 16 días de activismo para ampliar el acceso a la información en torno a esta temática, así, la campaña va del 25 de noviembre al 10 de diciembre de cada año, claro que la violencia ha existido mucho tiempo atrás y aún está presente, sin embargo, es hasta el siglo XXI cuando los movimientos femeninos aumentan y permiten mayor información y apoyo para que las mujeres que sufren sus relaciones de pareja terminen con la agonía, tal como lo hacen las heroínas en los cuentos de Inés Arredondo, vincular la reflexión y análisis de las temáticas en sus cuentos se debe a que ella en el siglo XX reflejaba esta problemática en sus trabajos, también es importante reiterar la intención de como la literatura es, sin lugar a duda un medio para reconocer patrones sociales, culturales y psicológicos que se generan en diversas naciones y épocas en este caso y ya enfocadas al trabajo de dicha escritora las vivencias son de mujeres mexicanas, cuyas problemáticas se sitúan en aspectos vivenciales, que revelan un contexto conocido de la sociedad, cuestión que la hace formar parte de “Las cuentistas mexicanas en la época feminista”, así llamadas por Seymour Mentón, misma que va de 1970 a 1988.

     La lectura de su trabajo revela reflexión y talento para narrar los desafíos a los que se enfrentan sus protagonistas, muchos de sus trabajos los puedes encontrar en la red, en modo PDF, como opción para aquellos que no encuentren la obra publicada, uno de sus cuentos más estudiado es “La Sunamita” el nombre de este cuento significa la mansa, la dócil y el inicio del trabajo literario hace alusión a una cita bíblica, “Y buscaron una moza hermosa por todo el término de Israel, y hallaron a Abisag Sunamita y trajéronla al rey. Y la moza era hermosa, la cual calentaba al rey y le servía: mas el rey nunca la conoció.” Reyes 1. 3-4.[2] En la historia centrada en Luisa, como vislumbrando la incertidumbre de lo que está en camino está: “Tensa, concentrada en el desafío que precede a la combustión, la ciudad ardía en una sola llama reseca y deslumbrante. En el centro de la llama estaba yo, vestida de negro, orgullosa, alimentando el fuego con mis cabellos rubios, sola.”[3] El ritmo de la historia va creciendo y llevando a Luisa a un abismo entre velado por buenas acciones e insólitos actos inesperados de quien menos lo creería, es un tabú aquel comienzo noble que Rose Corral cuestiona: "Si el sentido global de la narrativa de Inés Arredondo, su idea de la ficción apunta hacia lo sagrado entendido como una forma de aprehender el mundo y de revelarlo, nada más difícil en cambio que precisar y articular sus distintas manifestaciones en los cuentos mismos”[4]. Apenas es el inicio del cuento, no quiero arruinarles la experiencia, la intención siempre es hacer cosquillas a su curiosidad para que se acerquen a las obras. Estas palabras de la profesora Claudia Albarrán resumen de excelente forma la obra de la escritora al decir:

los cuentos de Inés Arredondo las circunstancias, las situaciones -sean o no límites- no tienen valor en sí mismas; están ahí para «obligar» a los personajes femeninos a ser, a mostrarse, a definirse, a reaccionar de una buena vez y para siempre. Los cuentos son, en este sentido, crónicas de una metamorfosis, fotografías tomadas en el momento preciso del cambio de actitud, retratos de un instante fundamental que cambiará el rumbo futuro de sus vidas.[5]

     Inés Arredondo fallece en la Ciudad de México el 2 de noviembre de 1989, heredando a las mujeres lectoras 34 cuentos que reflexionan sobre la condición de la mujer en diversos escenarios.





[1] Rogelio, Arenas Monreal. La pareja y la mirada transgredida en ‘Mariana’ de Inés Arredondo. Siglo XXI, México, 2002.

 

[2] Inés Arredondo, “La sunamita”, Cuentos completos, México, FCE, 2012.

[3] Ibíd.

[4] Rose Corral, "Inés Arredondo: la dialéctica de lo sagrado", Mujer y literatura mexicana y chicana, coord. Aralia López González, Amelia Malagamba, Elena Urrutia, México, El Colegio de Mexico, 1988.

[5] María Claudia Albarrán, Para levantar las Alas: Aproximaciones a las mujeres de Inés Arredondo. México, ITAM, 2000.


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